Este tejido está formado por
manojos de células cilíndricas (10-100 mm),
muy largas (de hasta 30 cm), multinucleadas y estriadas transversalmente,
llamadas también fibras musculares
esqueléticas (Figs 1 y 2). Los núcleos de las
fibras se ubican vecinos a la membrana plasmática (sarcolema),
que aparece delimitada por una lámina basal (lámina
externa). El tejido conjuntivo que rodea a las fibras musculares
contiene numerosos vasos sanguíneos (Fig 3) y nervios y se
dispone de manera de transferir, en la forma más efectiva
posible, la contracción de las fibras musculares a los sitios
de inserción del músculo.
Cada fibra muscular recibe una terminación del axón
de una neurona motora, formándose en la zona de unión
una estructura denominada placa motora (Fig
4).
El músculo esquelético se une a los huesos a través
de los tendones (Fig 5), estructuras continuas con la envoltura
conjuntiva llamada epimisio, que rodea externamente al músculo
completo. El tejido conjuntivo penetra al interior del músculo
formando el perimisio (Fig 6), que corresponde a delgados septos
de tejido conjuntivo que envuelven a manojos o fascículos
de fibras musculares. A partir del perimisio, se origina el endomisio
formado por delgadas vainas de fibras reticulares que rodean cada
una de las fibras musculares. Los vasos sanguíneos penetran
al músculo a través de estos septos conjuntivos.
La inervación del tejido muscular esquelético se
relaciona directamente con la regulación de la contracción
de cada fibra muscular y en consecuencia con el estado de tensión
del músculo completo.
Fibras nerviosas efectoras
- fibras alfa: inervan las fibras musculares a través de
la placa motora. Dan origen a la unidad motora
- fibras g: inervan las fibras intrafusales
Receptores sensoriales
El tejido muscular esquelético contiene terminaciones
nerviosas espirales, sensibles a la distensión y a la tensión.
Estas se asocian a un tipo especial de fibras musculares, las
fibras intrafusales, para formar un órgano sensitivo: el
huso neuromuscular.
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