Introducción
Las drogas antiepilépticas (DAE) son utilizadas en el
tratamiento de la epilepsia y otras patologías neurológicas o
psiquiátricas, habitualmente por largo tiempo y en ocasiones en forma
combinada. Sus acciones farmacológicas pueden provocar efectos adversos
en los distintos sistemas del organismo (1). Dado los mecanismos de acción
de las DAE es esperable encontrar con frecuencia esta toxicidad en el sistema
nervioso central (SNC), dentro del cual un segmento especialmente susceptible
lo constituye la vía visual y el sistema óculomotor (2,3,4). Describimos
a continuación las más importantes complicaciones visuales asociadas
al uso de DAE.
Consideraciones generales
Puesto que en muchos casos la eficacia de las DAE es comparable,
muy corrientemente el elemento decisivo para escoger el fármaco es el
perfil de efectos adversos, que siempre debe considerarse en el contexto particular
de cada paciente (1,5).
Como grupo, las DAE tienen múltiples efectos sobre la
visión en sus distintos niveles, pudiendo ser fármaco-específicos
o no-específicos. Algunos son poco sintomáticos, breves o corregibles
fácilmente y muchas veces relacionados con la dosis, pero existen otros,
mas temidos y afortunadamente infrecuentes, que son los sintomáticos
o permanentes (4).
Existe mayor experiencia sobre los efectos adversos de las
DAE antiguas, usadas por décadas, en contraposición a las nuevas,
en las cuales la experiencia es más restringida, tanto por haber sido
usadas por menos tiempo como porque el acceso a ellas es más limitado,
todo lo cual es especialmente importante de considerar con respecto a los efectos
colaterales inhabituales, que pueden incluso no aparecer en los ensayos clínicos
de la nueva DAE. Por lo tanto, la vigilancia sobre efectos adversos más
raros se considera aún activa.
Como para cualesquier otro efecto adverso, se estima que un
factor importante es la susceptibilidad genética de algunos individuos
a los efectos adversos visuales de las DAE, derivada de un polimorfismo genético
en las vías metabólicas afectadas; en la medida que en el futuro
se puedan identificar estas subpoblaciones con mayor riesgo, podrá eventualmente
limitarse el número de estas complicaciones (4).
Efectos adversos no-específicos de las drogas antiepilépticas
Varios estudios en grupos de epilépticos tratados con
distintas DAE han mostrado alteraciones en la visión de colores, sensibilidad
al contraste y percepción visual, por lo general asintomáticas,
pero estadísticamente significativas en comparación al grupo control
sano (2,6,7,8). Otro estudio ha informado una disminución en la perfusión
ocular en los pacientes epilépticos tratados con DAE antiguas o nuevas,
en comparación al grupo control no epiléptico (3). Desafortunadamente
estas investigaciones no fueron diseñadas para establecer diferencias
entre las distintas DAE y carecen de un grupo control epiléptico sin
tratamiento, lo que impide aclarar si estos efectos son causados por los fármacos
o por la enfermedad de base.
Los síntomas visuales más comunes con el uso
de las DAE son el nistagmus, diplopia y visión borrosa, descritos en
mayor o menor medida con todos estos fármacos. Aunque estos síntomas
muy frecuentemente, están asociados a niveles plasmáticos supraóptimos
y son reversibles con su corrección (1,4,5,9), debe tenerse presente
que ocasionalmente no guardan relación con sobredosis.
Efectos adversos específicos de las drogas antiepilépticas
Ácido gamma amino butírico (GABA) y la retina
Este importante neurotransmisor inhibitorio, presente en todo
el SNC, incluyendo la retina, tiene un papel relevante en los efectos adversos
visuales de las DAE con acciones gabaérgicas (4), ya que en varias capas
de la retina hay células gabaérgicas: amacrinas, horizontales,
bipolares, interplexiformes, de Müller y ganglionares (4). Por lo que resulta
útil analizar los efectos visuales de las DAE agrupándolas según
su forma de acción en gabaérgicas y no-gabaérgicas (4).
Pese a esta consideración teórica, hay que señalar que
los distintos estudios que analizan los efectos retinales de las DAE gabaérgicas
no han encontrado un efecto común en ellas, lo que sugiere que mecanismos
de otro tipo influyen también en la retinotoxicidad (10,11).
Fármacos gabaérgicos
1) Vigabatrina
Este fármaco, que bloquea el paso de GABA a succinato a través
de la inhibición irreversible y selectiva de la enzima GABA transaminasa
glial y presináptica, ha sido asociado consistentemente a un defecto
de campo visual bilateral, encontrado en hasta un 30 a 40% de los pacientes
que lo reciben (12,13,14,15,16,17). Este defecto se caracteriza por una constricción
concéntrica bilateral nasal con respeto central y temporal, por lo general
asintomático hasta muy avanzado el daño (4,18,19). Su aparición
generalmente ocurre en los primeros 3 meses a 3 años desde el inicio
del tratamiento (11). Estudios de seguimiento indican que se trata de una complicación
irreversible (1,20,21,22,23,24), aunque en algunos casos pediátricos
se ha observado reversibilidad (19). La progresión se detiene con la
suspensión (21), pero en aquellos casos en que se ha continuado con el
fármaco se describe que el defecto avanza durante algunos años
en forma dosis-dependiente (14,20) para luego estabilizarse (21). Algunos autores
han mostrado mayor incidencia de este efecto adverso en el sexo masculino (16,20,25,26)
y en pacientes con dosis diarias mayores o iguales a 1,5 g/día (20,26).
No se ha encontrado correlación con la edad, peso corporal o duración
de la epilepsia (20,26).
La vigabatrina también se ha asociado a defectos de
campo visual central (4,27), percepción de colores y sensibilidad al
contraste (2,4,6), todos generalmente sub-clínicos. Hay reportes de
neuropatía óptica secundaria (28,29).
Los resultados de las pruebas electrofisiológicas
indican que la causa principal de la pérdida visual de los pacientes
en tratamiento con vigabatrina es el daño a la retina interna (11,30),
con disfunción gabaérgica retiniana y alteración en la
función de los conos (31,32), aunque su mecanismo exacto está
aún en discusión (33,34,35,36). Se ha postulado que la mayor
reducción en el flujo sanguíneo ocular observada en los pacientes
en tratamiento con vigabatrina puede contribuir adicionalmente en su retinotoxicidad
específica (37).
Una de las principales dificultades clínicas la constituye
el que este fármaco sea particularmente eficaz en algunos síndromes
epilépticos de la infancia, como el West, o se administre en epilepsias
refractarias asociadas a retardo mental, lo que impide un control clínico
confiable. Tanto por esto como por la irreversibilidad de la retinopatía
inducida por este fármaco, su uso debe estar restringido a casos excepcionales,
los que deben ser monitorizados periódicamente con examen oftalmológico
y electrorretinograma.
2) Tiagabina
Este inhibidor de la recaptura de GABA (inhibidor selectivo
del transportador de GABA glial y presináptico) tiene efectos adversos
visuales inespecíficos como diplopia, visión borrosa y nistagmus,
habitualmente en relación a neurotoxicidad por dosis elevadas (4,38,39).
Se describen también alteraciones sub-clínicas en la visión
de colores y percepción visual con una frecuencia similar a otras DAE
(2,4,6,40).
Aunque algunos primeros informes mostraron defectos campimétricos
en pacientes tratados con tiagabina (41,42), publicaciones más recientes
refutan sólidamente estos hallazgos y no encuentran alteraciones en
los campos visuales atribuibles al medicamento (4,10,11,43).
3) Topiramato
Aunque posee un doble efecto gabaérgico (receptor GABA-A y canales
de cloro postsinápticos mediados por GABA), el topiramato tiene otros
mecanismos de acción (inhibición de receptores excitatorios
no-NMDA, bloqueo de canales de sodio y débil inhibición de la
anhidrasa carbónica). Sus efectos visuales incluyen nistagmus, diplopia
y visión borrosa, reportados cada uno en cerca del 5% de los pacientes
tratados (44).
Un efecto adverso infrecuente que se ha reportado con el
topiramato es la inducción de miopía hiperaguda y secundariamente
glaucoma agudo de ángulo estrecho bilateral (44), esta complicación
ha sido reportada en 23 de 825.000 pacientes tratados desde el año
2001. Característicamente el paciente presenta en forma aguda disminución
de la agudeza visual, dolor e hiperemia ocular bilateral, que aparece en las
primeras semanas de iniciado el tratamiento, habitualmente mientras se aumenta
gradualmente la dosis. Aunque se desconoce el mecanismo de esta rara complicación,
se ha planteado que su mecanismo es común con el de otros fármacos
que rara vez presentan este efecto adverso, como la acetazolamida, clorotiazidas
y sulfas, todos los cuales guardan semejanza estructural con el topiramato
al contener un monosacárido sulfamato-sustituído (45,46).
Ante esta grave complicación, se debe suspender el
fármaco inmediatamente, independiente de la eficacia que haya mostrado
en el control de las crisis epilépticas, procediendo a la inmediata
evaluación oftalmológica y terapia antiglaucomatosa urgente
ya que el pronóstico visual depende del tiempo de evolución
(4,44,45,46,47,48,49,50,51).
4) Ácido Valproico
Aunque su mecanismo de acción exacto no es conocido, tiene un efecto
potenciador gabaérgico y es un bloqueador de canales de sodio voltaje
dependientes. Sus efectos adversos inespecíficos incluyen nistagmus,
diplopia, visión borrosa y alteración asintomática de
la visión de colores (2,4,6,52), si bien esta última no ha sido
descrita consistentemente (53,54).
Aunque algunas publicaciones han descrito alteraciones sub-clínicas
en los potenciales evocados visuales en pacientes pediátricos tratados
con ácido valproico (55,56), no se han encontrado anormalidades en
la electrorretinografía (57), lo que sugiere un mecanismo distinto
a la retinotoxicidad.
5) Benzodiazepinas
Las benzodiazepinas se unen a un sitio específico en los receptores
GABA-A, aumentando la conductancia de cloro y potenciando así la inhibición
mediada por GABA. Pueden producir visión borrosa, diplopia y dificultad
para leer (4,58). Las investigaciones con electrorretinografía sugieren
un efecto potenciador GABA del diazepam sobre la capa nuclear interna de la
retina, afectando en forma secundaria la función de los fotorreceptores
(4,59). Algunos hallazgos de electro-oculografía indican también
un efecto inhibitorio del diazepam sobre la retina externa (4). En reportes
aislados se ha asociado diazepam a: glaucoma agudo (60), defecto de campo
visual (61) y maculopatía (62).
6) Barbitúricos
Los barbitúricos actúan potenciando la inhibición mediada
por GABA, en los receptores GABA-A, pero en un sitio distinto al de las benzodiazepinas.
En dosis elevadas o intoxicación pueden producir nistagmus, visión
borrosa o diplopia (4), pero no se describen otras alteraciones visuales significativas.
7) Felbamato
Su mecanismo de acción exacto es incierto, aunque se sabe que actúa
facilitando la inhibición mediada por GABA y bloqueando vías
dependientes de receptores de aminoácidos excitatorios del tipo NMDA.
Existen comunicaciones de diplopia en dosis terapéuticas y nistagmus
en casos de intoxicación. Su uso es actualmente muy limitado por su
asociación a grave toxicidad hematológica y hepática
(1,4,5).
Fármacos no-gabaérgicos
- Fenitoína
La fenitoína disminuye la conductancia de los canales de sodio dependientes
de voltaje. Comúnmente puede observarse diplopia, visión borrosa
y nistagmus en casos de sobredosis y rara vez no relacionada con el nivel plasmático
(1,4); la administración intravenosa puede provocar nistagmus horizontal
y vertical (63). En la literatura médica hay casos anecdóticos
de oftalmoplegia externa completa reversible (4,64). Los estudios en pacientes
epilépticos tratados con fenitoína han demostrado frecuentes alteraciones
en las pruebas de percepción visual (2,4,53,54), más graves en
comparación a los grupos que recibieron carbamazepina o ácido
valproico (2). Se desconoce el mecanismo de este efecto sobre la percepción
visual, pero se sabe que es independiente de los niveles plasmáticos
del fármaco y se postula una acción inhibitoria sobre algunas
vías sinápticas retinales (2,4).
- Carbamazepina
Su principal mecanismo de acción es la inhibición de los canales
de sodio voltaje-dependientes. En dosis supra-terapéuticas con frecuencia
produce nistagmus multidireccional, visión borrosa, diplopia y oscilopsia
(1,4,65) y se han demostrado trastornos transitorios de los movimientos sacádicos
en voluntarios sanos con dosis agudas de carbamazepina (66), mucho más
frecuentes que con oxcarbazepina (67). Sus efectos sobre la visión de
colores y sensibilidad al contraste han sido ampliamente investigados, encontrándose
en la mayoría de las publicaciones leves alteraciones, que aunque sub-clínicas,
son frecuentes (2,4,6,7,8,68). La retinotoxicidad de la carbamazepina se considera
extremadamente rara pero posible, describiéndose cambios reversibles
en el epitelio retinal pigmentario asociados al uso crónico de esta DAE
(4,69).
- Oxcarbazepina
Se desconoce su mecanismo de acción, sin embargo se piensa que bloquea
canales de sodio voltaje-dependientes, aumenta la conductancia al potasio y
modula los canales de calcio activados con potenciales de alto voltaje. Los
efectos visuales más frecuentes son: visión borrosa y diplopia,
característicamente reversibles y por lo general dependientes de la dosis
(4,5). Los efectos de la oxcarbazepina sobre los movimientos sacádicos
y de seguimiento son mínimos (67).
- Lamotrigina
Esta droga actúa a nivel presináptico bloqueando los canales de
sodio voltaje-dependientes, disminuyendo de este modo la liberación de
glutamato. Otro mecanismo de acción conocido que contribuye a su poder
antiepiléptico es la inhibición de corrientes de calcio activadas
por voltaje. La diplopia es el efecto visual más frecuente, el nistagmus
se ha observado en sobredosis (4,5). Aunque un artículo informa defectos
concéntricos del campo visual en un grupo de niños tratados sólo
con ácido valproico y lamotrigina (70), este resultado no ha sido reproducido
en otros estudios. Por otra parte este fármaco no parece afectar significativamente
la percepción visual en voluntarios sanos (6).
- Levetiracetam
Se desconoce su mecanismo de acción, se piensa que puede inhibir en forma
selectiva la hipersincronización neural. No se ha reportado discontinuación
del fármaco por efectos visuales (71). Diplopia transitoria se describe
en un 2% de los pacientes (72) y no hay hasta ahora informes de otros efectos
adversos en la función visual (4,72).
- Gabapentina
Su mecanismo de acción es desconocido. No se ha demostrado que tenga
propiedades gabaérgicas, si bien no se han descartado y podría
tener un efecto inhibitorio sobre algunos receptores de glutamato (4). Visión
borrosa y diplopia se reportan en un 4,2% y 5,9% de los pacientes, respectivamente
(73). Aunque también puede provocar nistagmus, la gabapentina se ha usado
exitosamente en el tratamiento del nistagmus adquirido (74,75), efecto positivo
que parece no depender de la vía gabaérgica (75). Al igual que
otras DAE, la gabapentina también afecta la percepción visual,
pero en un grado mínimo que rara vez resulta sintomático (2,4,6).
- Acetazolamida
Actúa evitando la conversión de agua y dióxido de carbono
en bicarbonato a través de la inhibición de la enzima anhidrasa
carbónica, cuya ubicación dentro del SNC es principalmente glial.
Sus efectos visuales incluyen un aumento del flujo sanguíneo ocular y
una disminución de la presión intraocular (4). Hay muy escasos
reportes de miopía transitoria (5) y edema uveal (45).
- Etosuximida Su mecanismo de acción es incierto. Podría
alterar la liberación de neurotransmisores, inhibir los canales de
calcio tipo T de localización talámica y modular las conductancias
de sodio y cloro en los terminales sinápticos. Se describe diplopia
transitoria en menos del 5% de los pacientes. También hay reportes
aislados de miopía y fotofobia (4,5).
Efectos visuales de la exposición intrauterina a
drogas antiepilépticas
Los hallazgos oftalmológicos son frecuentes en niños
con síndrome anticonvulsivante fetal, en particular la miopía
en los expuestos a ácido valproico. Otras alteraciones menos frecuentes
asociadas a la exposición intrauterina a fenitoína, carbamazepina
o ácido valproico son: estrabismo, ambliopía, astigmatismo, glaucoma
congénito, anoftalmo, microftalmo, coloboma del disco óptico,
hipoplasia del nervio óptico y anormalidades del aparato naso-lacrimal,
además de dismorfismos craneofaciales como pliegues epicánticos,
surco infraorbitario, hipertelorismo y ptosis (76,77,78,79). Se sospecha que
estos efectos en el desarrollo del ojo, la vía visual y otros segmentos
del tubo neural en fetos expuestos a DAE se deberían a un metabolismo
sub-óptimo del ácido fólico (76,81). En este sentido, una
significativa mayor susceptibilidad genética al desarrollo de estas alteraciones
se ha reportado en hijos de madres que portan una común y específica
mutación del gen de la enzima metilenetetrahidrofolato reductasa (76,80).
Para disminuir los riesgos se estima necesario que durante
el embarazo el tratamiento antiepiléptico sea con una sola droga, dentro
de lo posible excluyendo el ácido valproico y la carbamazepina, usando
la dosis más baja que sea útil y con suplemento de ácido
fólico permanente, idealmente desde antes de la concepción (76,79).
Conclusiones
Aunque los efectos visuales relacionados con sobredosis de
DAE son fácilmente reconocidos, debe tenerse presente que existen otras
alteraciones, algunas frecuentes pero afortunadamente clínicamente insignificantes
así como otras extremadamente graves pero poco frecuentes y que pueden
llegar a provocar daño permanente e irreversible de la función
visual. Hace excepción la vigabatrina que induce retinopatía en
una proporción significativa de los pacientes.
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