Introducción

La meningitis bacteriana (MB) es una respuesta inflamatoria aguda y grave a la infección bacteriana de las leptomeninges. Compromete el espacio subaracnoideo, líquido cefalorraquídeo (LCR), parénquima encefálico y se extiende invariablemente al eje cerebroespinal.

Constituye una urgencia médica, que impone la necesidad de diagnosticarla precozmente y tratarla en forma rápida y adecuada.

A pesar de los avances en la terapia antibiótica y coadyuvante, su morbimortalidad permanece elevada.

Epidemiología

La MB es una enfermedad de amplia distribución, siendo un problema de salud pública internacional. Afecta principalmente a los países en vías de desarrollo, con una incidencia que varía entre 3 y 50 casos por 100.000 habitantes / año (1,2,3,4).

Su etiología y presentación clínica varía según las condiciones de salud pública local y características del huésped, como: edad, patología de base e inmunocompetencia.

En el adulto, cualquier bacteria puede causar MB, las principales etiologías son: Streptococcus pneumoniae y Neisseria meningitidis. Actualmente es infrecuente el Haemophilus influenzae. Estas tres bacterias dan cuenta de hasta el 72 al 80% de los casos (1,4,5).

La MB neumocócica es la más frecuente en mayores de 18 años (hasta el 59% de los casos), su mortalidad es de hasta un 26% (1,4). Se asocia a condiciones patológicas como: neumonía (15% a 25%), otitis media aguda y crónica (30%), mastoiditis, sinusitis y endocarditis. Es más grave en alcohólicos, diabéticos, esplenectomizados, hipogamaglobulinémicos y otras enfermedades que comprometen la inmunidad.

En algunos centros de Estados Unidos de Norteamérica y España se ha reportado una creciente resistencia a la penicilina y las cefalosporinas de tercera generación de hasta un 40%. En Chile, según datos del Instituto de Salud Publica, la resistencia global a penicilina es de un 30% y para las cefalosporinas, algunos estudios muestran, una resistencia intermedia de un 6%. Este fenómeno ha motivado un cambio en el enfoque terapéutico, desconociéndose aún la terapia óptima (6,7,8,9,10).

La MB meningocócica se presenta en brotes epidémicos, afecta a adultos jóvenes hasta en un 35%, su incidencia anual es de 0.6 por 100.000 habitantes y su mortalidad alcanza al 13% (1,3,4). Los serogrupos se clasifican según los antígenos polisacáridos capsulares, los más frecuentes son: A, B, C, Y y W135. Estos antígenos determinan la virulencia y las propiedades antifagocitarias en la sangre y el LCR .

La portación nasofaringea asintomática es el principal factor de riesgo de la enfermedad meningococica, varía según la edad: 5% en adolescentes, 20% a 40% en adultos jóvenes y un promedio de 6% en la población general (1,4).

El riesgo de los contactos intradomiciliarios de desarrollar la enfermedad es de hasta 4.000 veces más que el de la población general. El 70% a 80% de los casos secundarios se presentan durante las primeras dos semanas de iniciado el caso índice, siendo más frecuente durante los primeros 5 días (1,4,5). El riesgo de enfermedad invasiva depende de la virulencia bacteriana y de los mecanismos de defensa inmunitaria del huésped, como: la producción de anticuerpos y la eficiencia del complemento. En los últimos años se ha registrado un incremento moderado de las cepas resistentes a la penicilina y una disminución de la sensibilidad a la ampicilina, su significado clínico se encuentra en evaluación (4,5,6).

La MB por Haemophilus influenzae se presenta en edades extremas, niños menores de 6 años y ancianos. La cepa más frecuente es la tipo B (90%) y su mortalidad es de hasta un 6% (1). Hasta hace algunos años era la MB más frecuente en países desarrollados, después de la introducción de la vacuna conjugada Hib en 1987, su incidencia anual ha disminuido drásticamente, es de sólo un 7% actualmente (1,4).

Los principales factores de riesgo de la enfermedad invasiva son la portación nasofaringea y la concentración de anticuerpos anticapsulares circulantes (4).

En adultos como en niños, la infección se asocia a la presencia de sinusitis, otitis media, epiglotitis y neumonía (30%-50%), diabetes mellitus, alcoholismo, esplenectomía, trauma cráneo-encefálico con pérdida de LCR e inmunodeficiencias (2,3).

La Listeria monocytogenes es una bacteria de creciente importancia epidemiológica en MB, principalmente en neonatos y ancianos (2 a 8% de los casos). Su incidencia anual es de 0.2 por 100.000 habitantes y su mortalidad alcanza hasta un 29%. Afecta principalmente a pacientes inmunodeprimidos y trasplantados. Algunos estudios han mostrado epidemias asociadas al consumo de alimentos contaminados (1,2).

En la MB nosocomial, los agentes infecciosos más frecuente son: bacilos Gram negativos como: E. coli, K. Pneumoniae, P. Aeuroginosas, Staphylococcus aureus y coagulasa negativo (18%) (3).

En MB post trauma cráneo-encefálico complicado y fístula de LCR, se aísla el S. pneumoniae en un 55%, H. influenzae en un 16% y Streptococcus Beta Hemolítico Grupo A en un 8% (2,3).

En pacientes con drenaje ventricular externo, el Staphylococcus coagulasa negativo y aureus son los responsables de hasta un 85% de las MB.

La MB por bacterias anaerobias es infrecuente, ha sido descrita debido a la ruptura de un absceso cerebral (2,3,4).

Fisiopatología

Habitualmente las meninges son infectadas por vía hematógena, rara vez por continuidad a un proceso supurativo intracraneano, e infrecuentemente por contaminación directa durante procedimientos quirúrgicos (1,4,5,11).

Las bacterias colonizan la nasofaringe, se adhieren a la mucosa por medio de los lipopolisacaridos de su membrana celular, elaboran proteasas de IgA y generan mecanismos complejos contra la aclaración ciliar.

La penetración al LCR es a través del epitelio del plexo coroideo de los ventrículos laterales y endotelio de los capilares encefálicos (2,5,11,12).

En el LCR, las bacterias se multiplican rápidamente debido a que la respuesta inmune del huésped es ineficaz. La cantidad de leucocitos, complemento e inmunoglobulinas es insuficiente, lo que limita la opsonización bacteriana.

Un evento trascendente, que explica en gran parte el daño neurológico de la MB, es la reacción inflamatoria secundaria a la lisis bacteriana en el LCR, la que libera endotoxinas, lipopolisacaridos y otros componentes de la membrana bacteriana, así, no es el patógeno por sí mismo el que genera el daño encefálico, de hecho el daño parenquimatoso continúa a pesar de la esterilización del LCR (1,5,12).

La producción de citoquinas y quimoquinas, como el factor de necrosis tumoral e interleuquina I, por parte de la microglia y el endotelio, provoca un aumento de la permeabilidad vascular de la barrera hematoencefálica, produciendo edema encefálico vasogénico y aumento de las proteínas en el LCR.

Se forma un exudado purulento en el espacio subaracnoideo, el que puede obstruir el flujo y la reabsorción del LCR, produciendo hidrocefalia. Otras complicaciones son la vasculitis de las arterias de la base del encéfalo y la trombosis venosa encefálica.

Estos fenómenos patológicos producen la pérdida de la autorregulación del flujo sanguíneo encefálico, provocan isquemia, déficit neurológico focal, coma y eventualmente la muerte (1,11,12).

Manifestaciones clínicas y diagnóstico

La sospecha clínica de una MB es fundamental ya que determina el inicio precoz del tratamiento específico. La presencia de un cuadro febril agudo, en el contexto de un paciente con alteración del estado de conciencia, es la base clínica para pensar en MB (1,4).

La tríada sintomática clásica de: fiebre, cefalea y rigidez de nuca, se presenta en un 50 a 90% de los casos. Otros signos son: compromiso del estado general, náuseas, vómito, mialgia, fotofobia y crisis convulsivas (1).

El compromiso de los pares craneanos: IV, VI y VII, se observa en un 20% de los casos. Los signos meníngeos, es decir, la rigidez de nuca, los signos de Kernig y Brudzinski se presenta en más del 50% de los casos, sin embargo, su ausencia no descarta el diagnóstico.

En el adulto mayor, la presentación clínica de la MB es muy variable, puede ser insidiosa, incluso afebril y sin signos meníngeos, los cuales al estar presente requieren de una cuidadosa interpretación, ya que en el adulto mayor la rigidez de nuca se ha visto en un 35% en ausencia de MB (1,10,13).

Algunas características clínicas que pueden orientar al agente etiológico son los siguientes: en un 50 a 70% de los casos la infección por N. meningitidis presenta un exantema purpúrico petequial, predominante en extremidades, rápidamente coalescente y con necrosis de color gris metálico central. Se puede observar neoformaciones purpúricas durante el examen general del paciente. Lesiones similares pueden ser causadas por: H. Influenzae, S. Aureus y Echo virus 9.

El S.pneumoniae se asocia en un 10 a 40% de los casos a: neumonía, otitis media, sinusitis, mastoiditis o endocarditis y con frecuencia aparecen lesiones herpéticas en los labios.

La L. monocitogenes se asocia a convulsiones, déficit neurológico focal, movimiento anormales y romboencefalitis (1,2,4,5,13,14).

Exámenes de laboratorio

1. Hematológicos: El hemograma puede mostrar leucocitosis o leucopenia, con recuento elevado de formas inmaduras y trombocitopenia, alteraciones que en algunos estudios se ha asociado a mal pronóstico (4,5,13,14,15).

2. Hemocultivos: Deben ser tomados antes del uso de antibióticos, así, su rendimiento es de un 70 a 80%. Ocasionalmente es positivo cuando el cultivo de LCR no muestra microorganismos.

3. Análisis citoquímico y bacteriológico del LCR: El estudio del LCR es característico aunque no patognomónico. Las alteraciones clásicas de la MB son: aumento de la presión de salida del LCR, en rango de 200 a 500 cm. de H20. LCR turbio debido al aumento de células o proteínas. Pleocitosis en rango de 100-10.000 cel/mm3, con predominio de polimorfonucleares entre un 80 a 95%. Hipoglucorraquia menor a 40 mg/dl, en un 60% de los casos y la relación entre glucosa LCR / plasma menor a 0.5.

Aumento de las proteínas en rango de 100 a 500 mg/dl. La sensibilidad y especificidad de estos hallazgos en conjunto es de un 80 y 98% respectivamente (3,4,5).

La tinción de Gram identifica rápidamente la presencia de microorganismos en un 60% a 90% de los casos, con una especificidad mayor a 97%. La sensibilidad disminuye a menos de un 20% después del uso de antibióticos (1).

La prueba de Látex para la detección de antígenos bacterianos tiene una sensibilidad baja y una especificidad de un 96 a 100%. Es importante considerar que este examen puede ser útil a pesar del uso previo de antibióticos y que su negatividad no descarta el diagnóstico.

En presencia de lesiones cutáneas, se puede realizar una biopsia, con Gram y cultivo de la lesión (4).

4. Las neuroimágenes no ayudan al diagnóstico directo de una MB. Su utilidad radica en descartar, previo a la punción lumbar (PL), un proceso expansivo intracraneano que pueda provocar una hernia encefálica durante la PL.

Diagnóstico diferencial

Existen múltiples enfermedades, tanto infecciosas como sistémicas, que deben considerarse y descartarse ante el diagnóstico de una MB, algunas de ellas se muestran en la tabla 1 (1,2,4,7).

Tratamiento

La terapia de la MB consta de 2 etapas, la primera está destinada al manejo general del paciente, la segunda a la terapia específica antibiótica y coadyuvante de la infección.

Tratamiento general

Los pacientes con MB deben ser hospitalizados en una unidad de cuidados intensivos o intermedio para el monitoreo y manejo de alteraciones hemodinámicas, electrolíticas y metabólicas. Si se sospecha de una infección por N. meningitidis, debe quedar en aislamiento respiratorio y también por gotitas. Si se comprueba su presencia se debe prolongar el aislamiento por 24 horas con tratamiento antibiótico adecuado y eficaz.

Se debe tener especial atención en la protección de la vía aérea, el soporte nutricional, la prevención de escaras, de trombosis venosa profunda y de úlceras digestivas por stress.

Todo proceso que altere directa o indirectamente la presión arterial, equilibrio ácido base o las concentraciones de oxígeno y anhídrido carbónico, afecta la regulación de la presión de perfusión cerebral, que sumada al edema cerebral vasogénico, citotóxico e intersticial, determina graves alteraciones en el flujo sanguíneo encefálico.

Tratamiento específico

Los antibióticos (ATB) deben ser administrados por vía intravenosa e iniciarse precozmente, inmediatamente después de tomar los exámenes, sin esperar sus resultados.

Se comienza con una terapia ATB empírica de amplio espectro contra germen desconocido adquirido en la comunidad, que se ajusta específicamente una vez identificada la bacteria (tablas 2 y 3) (1,2,4,15,16,17). Cuando no se puede realizar la PL, por ejemplo, debido a la sospecha de hipertensión intracraneana (HIC) y no existe la posibilidad de realizar una TAC de encéfalo, se mantienen los ATB de amplio espectro. Uno de los factores más trascendentes en el pronóstico de la MB es la precocidad del inicio de la terapia ATB eficaz (1,15).

El tratamiento coadyuvante consiste en la utilización concomitante de esteroides. Como se describió, el proceso inflamatorio es el principal responsable del daño encefálico, los esteroides han demostrado una disminución de la respuesta del huésped, disminuyendo la inflamación y mejorando el pronóstico.

Varios estudios clínicos, en particular con el uso de dexametasona intravenosa, muestran una disminución moderada en las secuelas neurológicas en los pacientes con MB causada por H. influenzae. Con la práctica desaparición de esta etiología tras la utilización de la vacuna conjugada, el problema se concentra en las MB causadas por N. Meningitidis y S. Pneumoniae. Si bien el modelo experimental de MB neumocócica parece demostrar un efecto beneficioso en la reducción del edema encefálico, no existían estudios comparativos aleatorios en seres humanos, por lo que su utilización ha sido a menudo cuestionada (18,19).

Un estudio fase III, recientemente publicado, mostró que el uso precoz de dexametasona, en dosis de 10 mg cada 6 horas, por vía intravenosa, por 4 días y administrada antes o junto con la primera dosis de ATB, disminuyó la morbimortalidad de los pacientes adultos con MB neumocócica.

En este estudio el número de pacientes con MB debido a otro germen fue pequeño por lo que no se puede descartar la eficacia de esta terapia en MB por germen diferente al neumococo (20,21,22,23,24).

Prevención

Existen dos tipos de profilaxis de MB, la inmunización con vacunas y la quimioprofilaxis para las personas que fueron contacto de un paciente con MB meningocócica.

1. Inmunización: Existe una vacuna polivalente para el H. influenzae de uso pediátrico (Hib). Su eficacia es de 90% y tiene escasas reacciones adversas. Esta vacuna ha modificado substancialmente el perfil epidemiológico de las MB en países desarrollados con una drástica disminución de su incidencia (1,4).

Se dispone de una vacuna tretavalente meningocócica para los subtipos A, C, W135 e Y, se utiliza en pacientes esplenectomizados e inmunodeprimidos (4).

La vacuna polivalente para el neumococo se utiliza como inmunoprofilaxis para infecciones pulmonares y no se conoce su eficacia para prevenir una MB, es recomendada en personas mayores de 65 años.

2.Quimioprofilaxis: Está destinada a erradicar a los patógenos nasofaríngeos que permanecen en estado de portación y así eliminar la posibilidad de expansión de la enfermedad. Se indica fundamentalmente a contactos domiciliarios o que convivieron con el caso índice de MB meningocócica confirmada o sospechada, durante 4 horas o más, en los 4 días previos al diagnóstico. Los contactos hospitalarios, en general, no tienen indicación de quimioprofilaxis, salvo si se realizó respiración boca a boca. No evita la enfermedad si se encuentra en periodo de incubación, se debe administrar dentro de las 24 horas de identificado el caso índice. No tiene valor para decidir la profilaxis la realización de un exudado faríngeo (25).

El tratamiento de elección en el adulto es la rifampicina en dosis de 600 mg/día, por dos días. En niños la dosis es de 10 mg/kg, también por dos días. Como alternativa se dispone de ciprofluoxacino en dosis única de 500 mg o azitromicina en dosis única de 500 mg, ambos por vía oral (25,26).

Tabla 1.
Diagnóstico diferencial de MB.
Infecciosa: No infecciosa:
Meningoencefalitis viral: Hemorragia subaracnoidea

Herpética

Neoplasias intracraneales

Entererovirus

Síndrome neuroléptico maligno
Absceso encefálico Enfermedades neoplásicas:
Absceso epidural

Linfomatosis meningea

Empiema subdural

Carcinomatosis meningea

Enfermedad de Lyme

Leucemia

Meningitis por: Enfermedades sistémicas:

Micobacterias

Lupus

Micótica

Sarcoidosis

Rickettsia

Vasculitis

Micoplasma

Fármacos:

Chlamydia

Antibióticos

Spiroqueta

Aines

Protozoos

y helmintos

Compromiso encefálico por VIH  
Trombosis séptica senos venosos  

Tabla 2.
Antibioterapia empírica en MB
  Antibiótico Dosis
MB comunitaria:
Adulto menor de 60 años
ceftriaxona
cefotaxima
2 grs cada 12 hrs.
2 grs cada 4-6 hrs.
Mayor de 60 años,
malnutrición, alcoholismo,
diabetes, otra enfermedad debilitante.
igual
+
ampicilina
2 grs cada 4 hrs.
MB nosocomial,
post neurocirugía
vancomicina
+
ceftazidima
1 gr cada 12 horas.
2 grs cada 8 horas.
Duración de tratamiento según evolución clínica, mínimo 7 a 10 dias.

Tabla 3
Antibioterapia específica en MB.
Germen
Antibiótico
Dosis
Duración
Neisseria meningitidis
penicilina
o
ampicilina
G 4-6 MU c/4 hrs.

2-3 gr c/4 horas.
7 días.

7 días.
Streptococcus pneumoniae
Sensible a penicilina:
CIM menor 0.06 ug/ml.
penicilina G
4-6 MU c/4 hrs.
14 días.
Sensibilidad intermedia:
CIM = 0.1-1.0 ug/ml.
ceftriaxona
o
cefotaxima
2 grs cada 12 hrs.

3 grs cada 4 hrs.
14 días.

14 días.
Resistencia:
CIM mayor 2.0 ug/ml.
vancomicina
1 gr cada 12 hrs.
14 días.
Listeria monocytogenes
ampicilina
3 grs cada 4 hrs.
21 días.
P. aeruginosa
ceftazidime
2 grs cada 8 hrs.
21 días.
H. influenzae
ceftriaxona
2 grs cada 12 hrs.
7 días.
Enterobacteriaceae
ceftriaxona
2 grs cada 12 hrs.
21 días.
S.aureus y coagulasa negativo
vancomicina
1 gr cada 12 hrs.
21 días.
Concentración Inhibitoria Mínima = CIM

Referencias:

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