Introducción
La enfermedad cerebrovascular constituye una de
las primeras causas de mortalidad a nivel mundial. En Estados Unidos se estima
una incidencia de 700.000 accidentes vasculares encefálicos (AVE) anualmente,
los que constituyen la tercera causa de mortalidad (1). De los pacientes que
sobreviven, aproximadamente un 15 a 30% quedan con una discapacidad severa,
y el 20% requiere de institucionalización (1) De los infartos cerebrales,
la etiología más frecuente es la aterotrombótica (1).
Se han estudiado diversas estrategias para la
prevención de los AVE. Entre ellas, la endarterectomía carotídea
(EC). En el año 1954 se realizó la primera reconstrucción
carotídea (2) y 30 años después, se llevaron a cabo los
primeros estudios randomizados, motivados principalmente por las altas tasas
de morbimortalidad asociadas al procedimiento. Los resultados mostraron una
gran reducción del riesgo de infarto cerebral, especialmente en los pacientes
sintomáticos (2,3,4,5). A raíz de esto, nuevos estudios se desarrollaron
para determinar la eficacia de la EC para los pacientes asintomáticos
(6,7). En este caso, los resultados han sido menos categóricos, por lo
que hoy en día hay dos corrientes en el manejo de estos pacientes: quirúrgica
y médica.
La siguiente es una revisión de la literatura, tanto
para la EC en pacientes sintomáticos como para los pacientes asintomáticos.
Pacientes sintomáticos
Se consideran sintomáticos, a aquellos pacientes
que presentan un accidente isquémico transitorio (en inglés TIA),
un episodio de isquemia retiniana transitoria, un infarto encefálico
o aquellos que presentan infartos silentes evidentes sólo en las neuroimágenes.
El déficit neurológico que presente el paciente, tiene
que ser concordante con las zonas de irrigación dadas por las arterias
carótidas internas, para que el paciente sea candidato a una EC. Es decir,
se excluyen a los pacientes que presenten signos focales compatibles con el
territorio vértebro-basilar, con excepción de aquellos en que
por variación anatómica, la arteria cerebral posterior se origina
de la arteria carótida interna. Dos grandes estudios prospectivos randomizados
y multicéntricos definieron la eficacia
de la EC en la disminución de infarto cerebral ipsilateral. El "North
American Symptomatic Endarterectomy Trial" (NASCET) (3,4), con un total
de 2885 pacientes y el "European Carotid Surgery Trial" (ECST) (5,6),
con 3024 pacientes. Se consideraron sintomáticos a los pacientes que
habían presentado un TIA, una isquemia retiniana transitoria, o un infarto
no invalidante en los 180 días previos a la randomización. La
estenosis carotídea se objetivó mediante una angiografía
convencional, pero las mediciones se realizaron de manera distinta en cada estudio.
En el NASCET se comparó el diámetro de la estenosis con el diámetro
de la arteria carótida interna distal a la lesión. En el ECST
se comparó con el diámetro teórico normal a nivel de la
lesión. Así una estenosis del 60% para el NASCET corresponde a
un 80% para el ESCT (ver figura) (4,5,8,9).
El tratamiento médico consistió en aspirina,
1300 mg por día en el NASCET y dosis variable en el ECST, junto con el
control estricto de los otros factores de riesgo. El mismo tratamiento se administró
a los pacientes del grupo quirúrgico. Además los centros enrolados
debían tener una tasa de morbimortalidad inferior
al 6% (3,4,5).
Los resultados de ambos estudios mostraron una reducción
significativa del riesgo de infarto ipsilateral para estenosis mayor al 70%
(utilizando el criterio de medición del NASCET); una leve reducción
de riesgo para estenosis entre 50 y 69% y ningún beneficio en estenosis
menores a 50% (3,4,5,6). En el primer reporte del ESCT, el máximo beneficio
era para los pacientes con estenosis mayor al 80%. Los autores reanalizaron
los datos, utilizando los criterios de medición de la estenosis del NASCET,
y obtuvieron resultados similares (ver tabla) (6). La
mortalidad promedio e incidencia de infarto cerebral asociadas al procedimiento
fue de 7% en el ECST y de 6.7% en el NASCET, siendo mayor a un menor grado de
estenosis, llegando a un 9% para pacientes con estenosis moderada en el ECST
(5). Sin embargo, el beneficio a largo plazo supera el riesgo quirúrgico
en ambos estudios. Llamaba la atención en el NASCET que en los pacientes
con estenosis moderada (50-69%), las mujeres tenían menor beneficio con
la cirugía que los hombres (4). En este grupo, la reducción de
riesgo absoluto fue de 8% para los hombres y de 1% para las mujeres. Esto da
un número de pacientes necesarios de tratar para que uno se beneficie
(NNT) de 6 y 67 respectivamente (4).
¿Son aplicables estos resultados a nuestro medio?
Si bien los resultados de ambos estudios, particularmente
en los pacientes con estenosis severa muestran un gran beneficio de la EC, hay
que considerar ciertos aspectos:
- En el NASCET se pedía una morbimortalidad asociada a la cirugía,
no mayor al 6%. En el ESCT la tasa de AVE y muerte peri quirúrgica,
superaba esa cifra. En el mismo NASCET esa cifra era levemente superada al
analizar sólo a los pacientes con estenosis leve y moderada (3,4,5).
Posterior a la publicación de ambos estudios, ha habido reportes de
distintos centros, con tasas de complicaciones que también superan
esa cifra (10,11). Esto sugiere que para obtener el beneficio de la EC, se
debe contar con centros y cirujanos altamente preparados en este tipo de intervención.
En nuestro centro se revisó retrospectivamente los resultados
de 563 EC. El 54% de los pacientes eran sintomáticos. En esta serie,
la tasa de complicaciones neurológicas con secuelas, más la
mortalidad periquirúrgica fue de 1,48% (12).
- El grado de estenosis en ambos estudios fue medido en base a una angiografía
convencional. La angiografía es un procedimiento que tiene morbi-mortalidad
asociada, reportada entre un 1 y un 2% para pacientes con ateromatosis carotídea
(11,13). En nuestro medio es la ecografía carotídea uno de los
métodos más usados para determinar el grado de estenosis, aunque
los resultados tienen una clara relación operador dependiente, con
una variación inter-observador de alrededor de un 7% (8,14). La sensibilidad
y especificidad de la ecografía carotídea varía en los
distintos estudios y también según el criterio usado para determinar
el porcentaje de estenosis (8). Se han buscado otros métodos no invasivos
para estudiar el grado de estenosis, como la angiorresonancia y el angioTAC,
pero todavía no han sido validados completamente (8,13). Una revisión
sistemática (13), mostró que la angiorresonancia, al ser comparada
con la ecografía carotídea, tenía una mayor capacidad
de discriminación para determinar si una estenosis era mayor o menor
al 70% (13). En este estudio la sensibilidad y especificidad fueron 95% y
90% para la angiorresonancia y 86% y 87% para la ecografía. Si bien
estos resultados no son concluyentes, sugieren que la angiorresonancia sería
un método adecuado en la evaluación de la estenosis carotídea,
sin las complicaciones de la angiografía convencional. La ecografía
tendría un poder de discriminación menor, pero hay que recordar
que ese resultado tiene una gran variación según el centro y
el operador. Por esto, si se cuenta con un imagenólogo experto, con
resultados locales validados para la ecografía carotídea, las
tasas de sensibilidad y especificidad tienden a igualar a las de la angiorresonancia,
constituyendo una excelente alternativa en la evaluación del grado
de estenosis carotídea (8).
- No sólo es importante el examen utilizado para estudiar el grado
de estenosis carotídea, sino también la técnica elegida
para medirla. En la práctica clínica, se compara el diámetro
de la lesión con el diámetro teórico de la carótida
interna a ese nivel. Es decir, la técnica empleada en el ESCT (8,9).
Con esta técnica, como ya se mencionó, una estenosis del 80%
equivale aproximadamente al 60% del NASCET. Es importante conocer esta diferencia
y saber que técnica se emplea a nivel local, para poder dar una correcta
indicación de cirugía, y no operar a pacientes con grados de
estenosis bajos, que no se beneficiarán con el procedimiento (8,9).
- En ambos estudios, las tasas de infarto y mortalidad para el grupo control,
tendían a igualar al grupo quirúrgico a los 3 años post-randomización.
Esto habla de la historia natural de la ateromatosis carotídea, donde
el mayor riesgo de repetir un evento isquémico es en los primeros tres
años, para luego caer significativamente (3,4,5,6).
Pacientes asintomáticos
Se estima que alrededor de un 0,5% de las personas
menores de 60 años tienen algún grado de estenosis carotídea,
llegando hasta un 10% en los mayores de 80 años (15). Si bien este grupo
tiene mayor riesgo de infarto cerebral que la población general, este
riesgo es mucho menor que en los pacientes que han presentado algún infarto
previo (7,9,16). Se estima que el riesgo de infarto cerebral en pacientes asintomáticos,
varía entre el 1,5 y el 5% anual, dependiendo del grado de estenosis
(7,9,15).
Ha habido alrededor de cinco estudios randomizados que
han buscado determinar si existe beneficio al realizar una EC en los pacientes
asintomáticos (15). Los resultados han sido contradictorios, pero un
estudio, "Endarterectomy for Asymtomatic Carotid Artery Stenosis"
(ACAS) (7), mostró una diferencia significativa a favor del grupo quirúrgico.
En este estudio, se enrolaron 1659 pacientes, quienes fueron randomizados a
tratamiento quirúrgico o médico. El grupo médico recibió
aspirina en dosis de 325 mg por día, más control de los otros
factores de riesgo. El grupo quirúrgico también recibió
aspirina en la misma dosis y control de las otras patologías asociadas.
Para ser incluidos en el estudio, todos los pacientes debían tener una
estenosis carotídea mayor a 60%. A los pacientes randomizados para cirugía
se les realizó una angiografía convencional. Los criterios de
medición de la estenosis fueron los mismos que en el NASCET (3,7). Los
pacientes fueron seguidos en promedio por 2,7 años, ya que el estudio
se suspendió debido a la diferencia significativa entre los grupos estudiados.
Los resultados fueron extrapolados y analizados como tendencia a cinco años.
El riesgo estimado de presentar un infarto cerebral o de morir fue de 11% para
los pacientes control y de 5,1% para los pacientes operados. Esto traduce una
disminución de riesgo absoluta de 5,9% y relativa de 53%, siendo estadísticamente
significativa. Dentro de los resultados de este estudio, también se observó
que las mujeres operadas, tenían menor beneficio que los hombres y una
morbimortalidad asociada al procedimiento levemente mayor (7).
Otro estudio, el "Veterans Affairs Cooperative Studies"
(VA) (16), con 444 pacientes, también mostró un beneficio de la
EC, en rango similar al ACAS. Con una reducción de riesgo relativo de
0,51%, lo que fue estadísticamente significativo (16).
Un metaanálisis de los estudios randomizados para EC
en pacientes asintomáticos (15), con un análisis global de 2440
pacientes, mostró una reducción absoluta de riesgo de aproximadamente
un 2% en 3 años, con un OR = 0,62 (0,44-0,86) para cualquier infarto
ipsilateral o muerte. Esto da un NNT = 50, es decir, habría que operar
a 50 pacientes asintomáticos para prevenir una infarto ipsilateral o
una muerte. Otro punto a considerar es el riesgo de infarto o muerte en el período
perioperatorio, que fue de 2,4% para el grupo quirúrgico y de 0,4% para
el médico, con un OR = 4,51 (2,36-8,64) (15).
Estos resultados han dado lugar a controversia en la literatura,
acerca de si se justifica operar a los pacientes asintomáticos. Los detractores
postulan que si bien hay una disminución estadísticamente significativa
del riesgo, éste ya es bajo en el grupo médico (en promedio un
2,5% anual), por lo que en la práctica esa reducción no tiene
gran valor (9,11). Además, el NNT es muy alto, para un procedimiento
que tiene morbimortalidad asociada (9,11) También se critica
el hecho que alrededor de un 45% de los infartos cerebrales que presentarán
los pacientes asintomáticos, serán de origen cardioembólico
o lacunar y por lo tanto no son prevenibles mediante una EC (11).
Aquellos a favor de la EC en los pacientes asintomáticos,
argumentan que estos estudios incluyen pacientes con grados de estenosis muy
amplios. En el ACAS, por ejemplo, alrededor de un 40% de los pacientes tenían
una estenosis menor al 70% (7,9). Se sabe que el riesgo de AVE es menor a menor
grado de estenosis, por lo que muchos de esos pacientes probablemente tenían
bajo riesgo de desarrollar un AVE, y por lo tanto eran menos beneficiados por
la cirugía. De esto se desprende que una selección más
rigurosa de los pacientes, tal vez con un corte en 80% de estenosis, podría
traducirse en mayores beneficios. Hay que considerar, como se mencionó,
que la técnica de medición difiere con la que se emplea con mayor
frecuencia en la práctica clínica, es decir ese 80% correspondería
a niveles mayores de estenosis con las técnicas habituales (8,9).
En cuanto a la diferencia observada por sexos, algo también
observado en el NASCET para la estenosis moderada, se han realizado varios estudios
para encontrar una posible explicación, sin embargo los estudios han
sido contradictorios, incluso en las tasas de infarto y morbi-mortalidad reportadas
(Kapral). Un estudio reciente, en que se analizaron 6116 pacientes
sometidos a EC, mostró un riesgo perioperatorio de 6,2% para las mujeres
y de 5,9% para los hombres, no siendo estadísticamente significativo,
incluso al ajustarlo por comorbilidad (10).
El argumento que la EC sólo reduce el riesgo de infarto
isquémico de grandes vasos también ha sido rebatido. Se analizó
la relación entre ateromatosis carotídea e infarto lacunar en
los pacientes del NASCET (17). Un 12% de esos pacientes tenían un infarto
clasificado como probable lacunar, y en ellos la
EC también mostró un beneficio, con una reducción relativa
del riesgo de infarto de un 34% (17). Otro estudio publicado recientemente,
analizó la relación entre ateromatosis carotídea e infarto
lacunar (18). En este estudio con 330 pacientes, la presencia de infartos lacunares
aumentaba la probabilidad de encontrar estenosis carotídea mayor a 50%
en el mismo lado del o los infartos. En el 73% de los casos, se reportó
enfermedad carotídea sólo del mismo lado del infarto lacunar.
Un análisis multivariado en este mismo estudio, mostró que los
únicos dos factores predictores de infarto lacunar unilateral eran: estenosis
carotídea ipsilateral mayor a 75% e hipertrofia ventricular izquierda
(18). Si bien no hay una relación causa-efecto claramente establecida,
y faltan más estudios sobre la etiopatogenia de los infartos lacunares,
una posible relación con ateromatosis carotídea podría,
en el futuro, apoyar la indicación EC en los pacientes asintomáticos.
Conclusiones
La EC en pacientes sintomáticos, con estenosis mayor
al 70%, presenta un beneficio categórico para todos los pacientes elegibles
para cirugía. Este beneficio depende directamente de la experiencia del
cirujano y el centro hospitalario donde se realiza.
En los pacientes sintomáticos con estenosis moderada
(50-69%), hay también un beneficio, pero en menor medida que para estenosis
severa. El riesgo asociado también aumenta levemente, por lo que en este
subgrupo es necesaria una selección rigurosa de los pacientes.
Los pacientes sintomáticos con estenosis menor al 50%
no se benefician e incluso pueden tener mayor riesgo con la EC.
Los pacientes asintomáticos, con estenosis mayor al
70% se benefician con la EC. Sin embargo, el beneficio es mucho menor que el
caso de los sintomáticos, por lo que por ahora no se justifica la indicación
masiva de EC a estos pacientes. Faltan más estudios para determinar subgrupos
que puedan obtener un mayor beneficio del procedimiento.
Los valores de estenosis significativa entregados por las publicaciones,
difieren de los valores obtenidos por las técnicas más usadas
en la práctica. Es importante conocer la correlación de esos valores
para una correcta indicación quirúrgica.
La diferencia encontrada en algunos estudios, sobre el beneficio
de EC entre hombres y mujeres es discutible. Por esto es recomendable ser cauteloso
en la indicación de EC en mujeres asintomáticas y en aquellas
sintomáticas con estenosis moderada; al menos mientras se realizan nuevos
estudios que permitan aclarar el papel de la EC en estos subgrupos de pacientes.
Figura
A. Método del NASCET, el numerador es el diámetro
a nivel de la lesión, y el denominador es el diámetro de la arteria
carótida interna distal a la lesión. B. Método de
medición para ESCT, utiliza el mismo numerador, pero el denominador es
el diámetro teórico a nivel de la lesión.
Tabla
Disminución absoluta del riesgo de AVE ipsilateral,
en pacientes operados v/s pacientes tratados médicamente, en los estudios
NASCET y ECST. (3,4,5,6)
Los resultados del ESCT, corresponden al
reanálisis de los datos, utilizando los criterios de estenosis del NASCET.
Estudio
|
Disminución absoluta de riesgo
|
NASCET
|
Estenosis < 50%
|
Estenosis 50-69%
|
Estenosis > 70%
|
3,8%
P = 0,16
|
6,5%
P = 0,045
NNT= 12
|
17%
P<0,001
NNT = 6
|
ECST
|
- 0,7%
(30-49% estenosis)
P = 0,3
|
2,9%
P = 0,43
|
18,7%
P < 0,0001
|
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