Epi
demiología

En Estados Unidos de Norteamérica ocurren 1.500 a 2.500 casos de absceso encefálico (AE) cada año y corresponden a 1 de cada 10.000 admisiones hospitalarias (1,2,3,4). En servicios de neurocirugía de países desarrollados son vistos 4 a 10 casos anualmente (3,4). En nuestro hospital se observan 3 a 4 casos anualmente.

Existe predominio en varones con una edad media entre los 30 y 40 años (2,4). No obstante, los AE secundarios a sinusitis paranasal son más comunes entre los 10 y 30 años de edad y los secundarios a foco ótico presentan un aumento en su incidencia antes de los 20 años y otro después de los 40 años. Aproximadamente el 25% de todos los AE ocurren en niños menores de 15 años con un aumento de su incidencia entre los 4 y 7 años (raros antes de los 2 años de edad) (2,4).

Patogénesis

El 80% de los pacientes con AE tienen un factor predisponente, el restante 20% es criptogénico (2,3,4).

La formación del AE ocurre en relación con los siguientes factores predisponentes.

1. Foco supurativo contiguo

Es el mecanismo más común de formación de AE (47%), generalmente único, desde el oído medio, senos paranasales y mastoides. El 40% de los AE se asocia con otitis media, número que ha disminuido con la terapia antibiótica. Las infecciones dentales son menos comunes (2,3,4,5).

2. Diseminación hematógena o metastásica

Estos AE son más comúnmente múltiples y multiloculados, y ocurren en aproximadamente un 25% de los casos (2,3,4,5).

Presentan las siguientes características:

A. Un foco distante de infección (Ej.: Tórax)
B. Localización en la distribución de la arteria cerebral media.
C. Localización inicial en la unión entre la sustancia gris y blanca.
D. Pobre encapsulación.
E. Alta mortalidad (4).

La fuente más común de infección inicial son las enfermedades infecciosas crónicas del pulmón, especialmente el absceso pulmonar, bronquiectasias, empiema y fibrosis quística. Los AE pueden también ocurrir desde infecciones de la piel, osteomielitis, infección pélvica, colecistitis, y otras infecciones abdominales.

Otros factores predisponente son las cardiopatías congénitas cianóticas y rara vez como una complicación de la dilatación esofágica o después de la esclerosis endoscópica de várices (2,4,5).

A pesar de esto, los AE rara vez se desarrollan después de una bacteremia, lo que se debe a la presencia de la barrera hematoencefálica, así, los AE son raros en la endocarditis bacteriana (1-5% de todos los AE) dependiendo de la duración de la bacteremia, la virulencia del germen y la ocurrencia de una embolia precedente, siendo más comunes en la endocarditis aguda que en la subaguda (2,4).

3. Trauma

Ocurre secundario a una fractura craneana con ruptura dural (2). La incidencia de AE luego de trauma de cráneo es de 2,5 a 11% (4). Son implicados distintos mecanismos como fracturas con depresión de cráneo, mordeduras de perro, picotazos de gallo y puntas de lápiz (2,3,4,5).

4. Neurocirugía

Los procedimientos neuroquirúrgicos pueden complicarse con infecciones del SNC en el 0,6 a 1.7% de todos los casos (3,4). De estas infecciones, el 90% son meningitis y sólo un 10% AE (2,4).

5.- Inmunodepresión

La terapia inmunosupresora, el SIDA u otras enfermedades que cursan con disminución de la inmunidad celular resultan en un incremento de la incidencia de los AE (2,3,4,5).

El AE es la infección más común del SNC en pacientes con leucemia y el 4% de los pacientes transplantados de médula ósea desarrollan un AE (3).

El SIDA es uno de los factores de riesgo más importantes para desarrollar infecciones del SNC (2,3,4).

Patología

En orden de frecuencia, los AE solitarios involucran las siguientes regiones encefálicas: lóbulo frontal, lóbulo temporal, lóbulos frontoparietal, lóbulo parietal, cerebelo y lóbulo occipital, son raros los abscesos selares, de tronco cerebral, tálamo y de ganglios basales (2). Esta distribución se relaciona a un foco infeccioso contiguo:

Otitis media: Lóbulo temporal 55 a 75%, cerebelo 20 a 30%.
Sinusitis paranasal: Lóbulo frontal.
Sinusitis esfenoidal: Lóbulo temporal y silla turca.
Infección dental: Lóbulo frontal y menos frecuente lóbulo temporal (2,4).

En la diseminación hematógena es más frecuente que los abscesos sean múltiples, siendo también la causa más común de la ubicación en el tronco cerebral, el lóbulo anterior de la hipófisis, tálamo y ganglios basales (4).

El encéfalo se encuentra protegido de la infección por la barrera hematoencefálica intacta, no obstante, una vez que la infección se ha establecido, las defensas son inadecuadas para controlarla.

La evolución de un AE ha sido estudiada en caninos, describiéndose 4 estadíos histopatológicos luego de la inoculación de estreptococos A-hemolíticos.

1. Estadío 1: Cerebritis temprana (día 1 a 3). Se observa un infiltrado inflamatorio agudo con bacterias visibles al Gram y un marcado edema rodeando la lesión.

2. Estadío 2: Cerebritis tardía (día 4 a 9). En el centro de la lesión se observa necrosis, los macrófagos y fibroblastos invaden la periferia.

3. Estadío 3: Formación capsular temprana (día 10 a 13). El centro necrótico comienza a disminuir de tamaño y simultáneamente se desarrolla una cápsula de colágeno que es menos prominente en el lado ventricular de la lesión. El edema también comienza a disminuir.

4. Estadío 4: Formación capsular tardía (días 14 y posteriores). La cápsula continúa engrosándose con un colágeno reactivo abundante (2,4).

Hallazgos neuropatológicos similares han sido observados en modelos experimentales anaeróbicos aunque la formación capsular no pudo ser dividida en estadío temprano y tardío porque existe un retraso en la encapsulación comparada al modelo estreptocócico (2).

Microbiología

Los factores predisponentes de un AE sugieren los agentes etiológicos más probables (tabla 1).

Los estreptococos (aeróbicos, anaeróbicos y microaerófilos) son las bacterias más comunes (sobre 70%). Habitualmente se encuentran en infecciones mixtas, lo que ocurre en un 30 a 60% de todos los casos. Los más comunes pertenecen al grupo Milleri (S. anginosus, S. constellatus, S. intermedius) que residen en la cavidad oral, apéndice, tracto genital femenino y son proclives a formar AE (2,4). El S. pneumoniae es infrecuente (2 a 3%) (4).

El Staphylococcus aureus está presente en el 10 a 15% de los AE, usualmente en los pacientes con trauma craneano o endocarditis infecciosa. Habitualmente son aislados como única bacteria del AE (2,3,4,5).

Las bacterias anaeróbicas, debido a la mejora en las técnicas de cultivo, se ha incrementado su aislamiento desde los AE (40 a 100%). Las especies más frecuentes son: Bacteroides spp. y Prevotella spp. en 20 a 40% de los pacientes con cultivos mixtos (2,4). El Fusobacterium ha sido aislado comúnmente en nuestra institución.

Los bacilos entéricos Gram negativos (Proteus spp., E. coli, Klebsiella spp. y Pseudomonas spp.) producen AE comúnmente únicos y supratentoriales (6). Son aislados en infecciones mixtas en un 23 a 30% de los pacientes, con frecuencia provienen de un foco ótico o el paciente se encuentra inmunosuprimido (2,4).

El grupo de Haemophilus spp. son aislados en 5 a 10% de los casos,siendo el más frecuentemente el H. aphrophilus. El H. influenzae es infrecuente (4).

El Actinomyces del SNC se presenta en el 67% de los casos como AE secundario a diseminación hematógena de una infección primaria de pulmón o región cervicofacial. Cuando no hay foco evidente debe sospecharse un origen dental (2,4).

En casos raros son aislados: Salmonella, Streptobacillus, Brucella, Propionibacterium, Nocardia, Listeria, Citrobacter, Mycobacterium y Eikenella (2,3,4,).

Presentación clínica

Las manifestaciones clínicas de los AE pueden variar de forma importante debido a múltiples factores que incluyen virulencia del microorganismo, estado inmunológico del huésped, localización, número de lesiones y la presencia o ausencia de meningitis o ruptura a ventrículo. Además, los síntomas del sitio primario de infección pueden predominar (2,4) (tabla 2).

La evolución de los síntomas puede ser desde indolente hasta fulminante. En el 75% de los casos la duración de los síntomas es de 2 semanas (rango de 3 a 120 días) (4).

En la mayoría de los casos las manifestaciones clínicas son debidas al proceso expansivo encefálico más que a la infección, siendo la cefalea el síntoma más común (moderada a severa y hemicránea o generalizada) (2,4,5).

El AE puede definir la presentación clínica al producir déficit neurológico según su ubicación (2,4,5).

El diagnóstico diferencial incluye el empiema epidural y subdural, aneurisma micótico, embolia séptica con infarto asociado, encefalitis aguda focal, tumor encefálico primario o metastásico y meningitis piógena, entre otros (3,5). Es particularmente difícil hacer el diagnóstico diferencial entre AE y tumor cerebral. En un trabajo se pesquisó un error de hasta un 22.5% entre ambos diagnósticos, fue dudoso en un 22.5% y se hizo el diagnóstico correcto en el 55.6% previo a cirugía (7).

Diagnóstico

1. Exámenes generales
Son rara vez de ayuda en el diagnóstico del AE. Se observa una leucocitosis moderada (< 20.000 cél/ml), una velocidad de sedimentación poco elevada (45 a 55 mm/hr.), una proteína C reactiva y hemocultivos infrecuentemente positivos. Puede no existir ninguna de las alteraciones anteriores (3,4).

2. Punción lumbar (3,4,5)
Está contraindicada cuando se sospecha una lesión focal con efecto de masa. Sus resultados son generalmente poco específicos: hipoglucorraquia en un 25% de los casos, proteinorraquia en 67 a 81% y pleocitosis en 60 a 70% de los casos (< 500 cél/ml de predominio mononuclear). Los cultivos son raramente positivos (3,4,5).

3. Electroencefalograma
Es usualmente anormal en pacientes con AE, ayuda a localizar la lesión en menos del 50% de los casos (4).

4. Tomografía computarizada (TC)
No sólo es excelente para evaluar el parénquima encefálico, sino que también es superior que los procedimientos radiográficos estándar para la evaluación de los senos paranasales, mastoides y oído medio (2,3,4,8).

La cerebritis temprana es caracterizada por un área irregular de baja densidad que puede o no contrastarse con el medio de contraste.

La cerebritis tardía previo a la inyección de contraste muestra un área de baja densidad con un anillo periférico uniforme que se rodea por un área hipodensa variable de edema cerebral. La inyección de medio de contraste típicamente realza el anillo periférico (2,4,5).

La TC también es usada para seguir el curso del AE después de la aspiración (1,2,9).

5- Resonancia magnética (RM)
Es el procedimiento de elección en el diagnóstico del AE. Es más sensible que la TC y ofrece significativas ventajas en la detección de la cerebritis temprana, edema y mejor diferencia entre inflamación, ventrículos y espacio subaracnoídeo y detección de lesiones satélites (2,4,5). También es usada para controlar la evolución de las lesiones (1,2) .

En la secuencia T1 la cápsula aparece como un margen discreto que es isointenso o levemente hipointenso, el contraste con gadolinio provee una clara diferencia al aumentar la visualización del margen del absceso.

En la secuencia T2 la zona de edema que rodea el absceso se observa con mayor facilidad y la cápsula aparece como un margen hipointenso bien definido (2,3).

La terapia con corticoides puede disminuir el rendimiento de la TC y la RM (2).

6. Cintigrafía
Si la TC y la RM no son concluyentes, la cintigrafía con leucocitos marcados con indium 111 puede ayudar. Estos leucocitos marcados radiactivamente migran y se acumulan en el foco de inflamación diferenciando así el absceso cerebral de otras causas de masa cerebral en el encéfalo (2,4). Su sensibilidad y especificidad son altas pero no del 100%.

Tratamiento

1. Manejo inicial

A. Las lesiones mayores de 2,5 cm de diámetro, que se encuentren en áreas accesibles y que no se encuentren en estadío de cerebritis, deben ser aspiradas o extirpadas. Las muestras deben ser enviadas al laboratorio de microbiología o anatomía patológica para su estudio.

B.- Una vez que el material ha sido obtenido para el estudio microbiológico e histopatológico se debe iniciar la terapia antibiótica empírica según la condición predisponente (tabla 3).

C. Los corticoides pueden ser iniciados en pacientes con edema importante o con efecto de masa que cause un aumento de la presión intracraneana y que predisponga a una hernia encefálica. En todos los otros casos su papel es controvertido.

D.- Los anticonvulsivantes como la fenitoína son indicados de forma empírica (2).

2. Terapia antimicrobiana

Una vez que el microorganismo patógeno es aislado, la terapia antimicrobiana puede ser modificada para una óptima respuesta. Esta terapia incluye agentes que penetran la cavidad del absceso y que in Vitro tienen una actividad contra el patógeno aislado (2,4,5) (tablas 4 y 5).

La duración de la terapia con altas dosis de antimicrobianos intravenosos es de 6 a 8 semanas (1,2,3,5). La eficacia de esta duración no ha sido establecida. Una terapia de 3 a 4 semanas puede ser adecuada en quienes se le ha realizado una extirpación quirúrgica del AE (2).

En pacientes inmunodeprimidos, la terapia probablemente debe continuar por más de un año junto a un estricto control clínico (2,3).

3. Cirugía

Aunque algunos pacientes pueden responden sólo a la terapia médica prolongada, la mayoría requiere de cirugía para un óptimo manejo. Se recomienda cirugía para los AE mayores a 2.5 cm de diámetro (1,2,3,4).

Hay dos procedimientos que son utilizados actualmente: la aspiración y la extirpación completa. La utilización de cada una de estas técnicas debe ser individualizada (2,3,4,5).

La aspiración es la más frecuente, puede ser usada mediante cirugía estereotáxica y es de gran ayuda para disminuir la presión intracraneana (9,10,11).

La extirpación completa mediante craneotomía es infrecuente porque en muchos casos los abscesos son múltiples o multiloculados (2,4).

Los criterios para el manejo no quirúrgico incluyen condiciones médicas que incrementen el riesgo de la cirugía, la presencia de múltiples lesiones, especialmente cuando están una lejos de la otra, abscesos de localización profunda, meningitis o epididimitis concomitante, reducción de abscesos atribuidos a la terapia antimicrobiana y AE de diámetro menor a 2,5 cm (4).

Pronóstico

Mortalidad

Antes de los años setenta, la mortalidad tenían un rango de 30 a 60%, actualmente ha disminuido desde 0 a 24%. Esto es atribuido al desarrollo de regímenes antimicrobianos más específicos, nuevas técnicas quirúrgicas y a la TC (2,4,5).

La mortalidad está relacionada con las condiciones neurológicas al tiempo del diagnóstico del AE. Por ejemplo, el 60% de los pacientes con signos de una hernia encefálica y un 60 a 100% de pacientes en coma fallece (3,7,10,11). También son de mal pronóstico la rápida progresión de la enfermedad, la presencia de múltiples abscesos y la ruptura del AE a los ventrículos. Otros pacientes con mal pronóstico son: los inmunocomprometidos, los que presentan una septicemia o una enfermedad cardiaca asociada (3,4,5).

Secuelas neurológicas

La incidencia de secuelas neurológicas leves se observa entre un 30 y 55%, de los casos. Aproximadamente un 17% puede presentar secuelas incapacitantes, lo que se correlaciona con la condición neurológica al inicio del tratamiento. Las secuelas más comunes son: alteraciones cognitivas, hemiparesia y convulsiones (3,4,5).

El daño intelectual es más común en los niños menores de 5 años pero los trastornos de la conducta predominan en niños mayores. Sólo el 24% de los niños presentan un nivel intelectual normal después de 2 años del tratamiento (4).

Convulsiones

Se presentan en un 35 a 90% según las series. Esta diferencia puede relacionarse con el tiempo de seguimiento.

Los niños desarrollan más frecuentemente convulsiones después de un AE.

Las convulsiones son más frecuentes después de lesión de los lóbulos frontal y temporal.

La administración empírica de drogas anticonvulsivantes es recomendada para todos los pacientes con AE supratentoriales (3,4,5).

Tabla 1 (2,4)
Condiciones predisponentes y microbiología de los AE.
Condición predisponente Microorganismos aislados usualmente
Otitis media o mastoiditis Estreptococos (aeróbicos y anaeróbicos) Bacteroides y Prevotella spp. Enterobacteriaceae.
Sinusitis (Frontoetmoidal o esfenoidal) Estreptococos, Bacteroides spp., Enterobacteriaceae, Staphylococcus aureus, Haemophilus spp.
Sepsis dental Fusobacterium, Prevotella, Bacteroides spp. y Estreptococos.
Trauma penetrante o postneurocirugía S. aureus, Estreptococos, Clostridium spp. Enterobacteriaceae.
Absceso pulmonar, empiema o Fusobacterium, Actinomyces, Bacteroides y Prevotella spp.
bronquiectasias Estreptococos, Nocardia spp.
Endocarditis bacteriana S. aureus, Estreptococos.
Cardiopatía congénita Estreptococos, Haemophilus spp.
Neutropenia Bacilos aeróbicos Gram (-)
Transplantados Enterobacteriaceae, Nocardia spp.
VIH Nocardia spp., Mycobacterium spp. Listeria monocytogenes.

Tabla 2 (2,4).
Síntomas y signos comunes en AE
Síntoma o signo Frecuencia
Cefalea 70%
Cambios del estado mental <70%
Déficit neurológico focal >60%
Fiebre 45-50%
Tríada : cefalea, fiebre y déficit focal <50%
Convulsiones 25-35%
Náusea y vómitos 25-35%
Rigidez de nuca 25%
Papiledema 25%

Tabla 3 (2).
Terapia antimicrobiana empírica para el AE bacteriano.
Condición predisponente Régimen antimicrobiano
Otitis media o mastoiditis Metronidazol + cefalosporina de 3ª generación*
Sinusitis (frontoetmoidal o esfenoidal) Metronidazol + cefalosporina de 3ª generación**
Sepsis dental Penicilina + Metronidazol
Trauma penetrante o postneurocirugía Vancomicina + Cefalosporina de 3ª generación^
Absceso pulmonar, empiema o bronquiectasias Penicilina + Metronidazol + una sulfonamida^^
Endocarditis bacteriana Vancomicina + Gentamicina o Cloxacilina + Ampicilina + Gentamicina
Cardiopatía congénita Cefalosporina de 3ª generación
Desconocida Vancomicina + Metronidazol + cefalosporina de 3ª generación
* Cefotaxima , Ceftriaxona o Cefepime.
** Se adiciona Vancomicina cuando se sospecha una infección causada por S. Aureus meticilino resistente.
^ Se usa Ceftazidima si se sospecha infección por Pseudomonas aeruginosa.
^^ Trimetropim-Sulfametoxazol se incluye si se sospecha infección por Nocardia spp.

Tabla 4 (2).
Terapia antimicrobiana del AE bacteriano.
Microorganismo Terapia estándar Terapias alternativas
Actinomyces spp. Penicilina G  
Bacteriodes fragilis Metronidazol  
Enterobacteriaceae Cefalosporina de 3ª Generación Aztreonam, Fluorquinolona, Meropenem, Trimetropim-sulfametoxazol
Fusobacterium spp. Penicilina G Metronidazol
Haemophilus spp. Cefalosporina de 3ª generación Aztreonam, Trimetropim-Sulfametoxazol
L. monocytogenes Ampicilina o Penicilina G * Trimetropim-Sulfametoxazol
M. tuberculosis Isoniazida + Rifampicina + Pirazinamida + Etambutol  
Nocardia spp. Trimetropim-Sulfametoxazol o sulfadiazina Imipenem, Amikacina, Cefalosporina de 3ª generación
Prevotella melaninogénica Metronidazol Cefotaxima
P. aeruginosa S. aureus Ceftazidima* Aztreonam*, Fluorquinolona*,Meropenem*
Meticilino-Sensible Cloxacilina o Nafcilina Vancomicina
Meticilino-Resistente Vancomicina  
Streptococcus intermedius (Milleri) otros estreptococos Penicilina G Cefalosporina de 3ª generación
* La adición de un aminoglicósido debe ser considerada.

Tabla 5 (2).
Dosis de antibióticos recomendadas para infecciones del SNC en adultos
(Con función hepática y renal normal)

Antibiótico

Dosis diaria total

Intervalo de dosis (Horas)

Amikacina

15 mg/kg

24

Ampicilina

12 g

4

Azitromicina

1200-1500 mg

24

Aztreonam

6-8 g

6-8

Cefepime

4-6 g

12

Cefotaxima

8-12 g

4-6

Ceftazidima

6 g

8

Ceftriaxona

4 g

12

Cloramfenicol

4-6 g

6

Ciprofloxacino

800 mg

12

Etambutol*

15 mg/kg

24

Gentamicina

3-5 mg/kg

24

Imipenem

2 g

6

Isoniazida*

300 mg

24

Meropenem

6 g

8

Metronidazol

30 mg/kg

6

Cloxacilina

9-12 g

4

Penicilina

24 millones de unidades

4

Pirazinamida*

15-30 mg/kg

24

Rifampicina*

600 mg

24

Trimetropim-Sulfametoxazol

10-20 mg/kg de Trimetropim

6-12

Vancomicina

2 g

12

* Dosis para administración oral

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