INTRODUCCIÓN
Las enfermedades desmielinizantes del sistema nervioso central (SNC)
tienen un amplio espectro de presentación, difieren en sus hallazgos
patológicos, clínica, tiempo de evolución, gravedad
y respuesta al tratamiento (1). La esclerosis múltiple (EM) es
la enfermedad desmielinizante más frecuente y estudiada del SNC.
Las formas agudas de desmielinización del SNC han sido consideradas
por algunos autores como variantes agresivas de la EM, sin embargo,
existen evidencias patológicas y clínicas para considerarlas
enfermedades independientes dentro del espectro de las enfermedades
desmielinizantes (2).
Esta revisión esta enfocada a las enfermedades desmielinizantes
agudas del SNC, que por su gravedad y repercusión funcional,
deben ser reconocidas y tratadas precozmente. Los tratamientos actualmente
disponibles están basados sólo en evidencia grado 3 y
serán revisados al final del capítulo.
ENCEFALOMIELITIS DISEMINADA AGUDA
La aparición de complicaciones neurológicas después
de infecciones virales fue descrita por primera vez en 1724 (3). En
1935, Rivers y Schwentker reprodujeron los hallazgos patológicos
de la encefalomielitis asociada a la vacuna contra la rabia, inyectando
a monos tejido cerebral normal de conejos, esta fue la primera descripción
en un modelo animal de la encefalomielitis alérgica o autoinmune
(3).
El término encefalomielitis diseminada aguda, cuyo acrónimo
en inglés es ADEM, implica el concepto de una respuesta autoinmune
monofásica post infecciosa, post alérgica o post inmunización
que afecta a la sustancia blanca del SNC provocando desmielinización.
La leucoencefalitis hemorrágica aguda o enfermedad de Weston
Hurst y la leucoencefalitis aguda necrotizante son consideradas estados
más agresivos de la misma enfermedad (3). Esta última
ha sido descrita en niños japoneses y ocasionalmente en occidente
(4).
Las infecciones más frecuentes que se asocian a ADEM son cuadros
virales inespecíficos del tracto respiratorio superior. Otras
infecciones asociadas se enumeran en la tabla 1 (1,2,5,6). ADEM post
inmunización ha sido descrita después de la inoculación
de vacunas contra: sarampión, rabia, rubéola, tifoidea,
hepatitis B, difteria, parotiditis y antitoxina tetánica (1,3,7).
Tabla 1. Infecciones asociadas a ADEM (1,2,5,6)
Sarampión
|
Adenovirus
|
Varicela
|
Hepatitis A y B
|
Rubéola
|
Citomegalovirus
|
Enterovirus
|
Chlamidia
|
Epstein-Barr
|
Legionella
|
HTLV1
|
Campilobacter
|
Herpes tipo 6
|
Micoplasma pneumoniae
|
Herpes simples
|
Listeria monocitogenes
|
Influenza A y B
|
Leptospira interrogans
|
La patogenia postulada para la ADEM es la sensibilización de
linfocitos contra el tejido encefálico debido a una reacción
cruzada entre antígenos infecciosos o agentes de inmunización
y antígenos cerebrales, esto produce una repuesta inflamatoria
directa que compromete la sustancia blanca del SNC (3).
Experimentalmente, como ya se mencionó, se han reproducido los
hallazgos patológicos de la ADEM al inocular a animales con proteínas
cerebrales de otras especies, este cuadro es conocido como encefalomielitis
alérgica experimental. En este caso, el antígeno encefálico
corresponde a la proteína básica de la mielina (PBM) y
a péptidos derivados de ésta (8). Los linfocitos que se
sensibilizan a la PBM pueden transferir la enfermedad en forma pasiva
provocando desmielinización in vitro (3). Estos linfocitos pueden
ser detectados en sangre y LCR de pacientes con ADEM post inmunización
contra la rabia, como también a la secundaria a infecciones por
sarampión, varicela y rubéola. El hecho de que estos linfocitos
no se detecten en todos los casos plantea la existencia de otros antígenos
(1,8).
El riesgo de desarrollar una ADEM post inmunización contra la
rabia es mayor en pacientes portadores de antígenos de histocompatibilidad
HLA-DR9 y HLA-DR17 y menor en los portadores de HLA-DQ7 (3). Esto sugiere
una susceptibilidad genética asociada al complejo mayor de histocompatibilidad
clase II. Estos alelos son distintos a los asociados a la EM (9).
Una hipótesis alternativa plantea que un virus neurotrópico,
como el sarampión, puede infectar y destruir directamente los
oligodendrocitos, exponiendo por primera vez su material celular a los
linfocitos y sensibilizándolos contra estos. Sin embargo, durante
el desarrollo de un ADEM, no se han detectado agentes virales en el
encéfalo, hecho que apoya la primera hipótesis (8,10).
Los estudios epidemiológicos han mostrado que la ADEM es más
frecuente en el adulto joven y niños, es excepcional antes de
los 3 años de edad (6) y no existe diferencia por sexo (1). Su
incidencia es mayor en los países en desarrollo y en los que
utilizan vacunas contra la rabia con tejido neural de origen animal
(11).
La incidencia de la ADEM post sarampión es de 1 en 1.000 pacientes
infectados, hasta un 20% son fatales (3). En relación a otras
enfermedades virales como varicela y rubéola, la incidencia varía
de 1 en 10.000 a 20.000 casos (11).
El estudio anátomo-patológico de pacientes que han sufrido
una ADEM muestra una infiltración mononuclear difusa, predominante
en los espacios de Virchow-Robin y desmielinización perivenular
multifocal (1,8). En los casos de leucoencefalitis hemorrágica
aguda, la reacción inflamatoria se asocia a necrosis fibriniode
de arteríolas y vénulas, con hemorragias perivasculares
por extravasación de glóbulos rojos y edema cerebral grave
(3,4,13).
La presentación clínica de la ADEM comienza frecuentemente
1 a 4 semanas después de un cuadro febril, exantema o post inmunización,
sin embargo, estos antecedentes pueden estar ausentes hasta en un 30%
de los pacientes (1,12).
En la ADEM post infecciosa, los síntomas se inician con la resolución
del cuadro febril y se caracterizan por: cefalea, convulsiones y encefalopatía.
El paciente puede comprometerse de conciencia pudiendo llegar al coma
rápidamente y desarrollar signos focales o multifocales como:
déficit motor (hemiparesia, paraparesia), nivel sensitivo, alteración
de esfínteres, mioclonías, neuritis óptica, oftalmoplegia,
coreoatetosis, mutismo y signos meníngeos (1,3,12,18). Presentaciones
atípicas son la psicosis aguda (18) y lesiones cerebrales únicas
que pueden simular un tumor cerebral (6).
Las manifestaciones clínicas más frecuentes de la ADEM
son: encefalitis (90-96%), mielitis (5-10%) y polirradiculitis (1-7%)
(13). Clásicamente, se han descrito algunos síndromes
neurológicos característicos de la ADEM: mielitis post
sarampión, ataxia cerebelosa post varicela y encefalopatía
post rubéola (3).
Existen reportes aislados de pacientes con ADEM a los que se les ha
asociado una desmielinización aguda del sistema nervioso periférico
(síndrome de Guillain-Barré) (14,15).
La historia natural de la enfermedad es la progresión del cuadro
neurológico en días a semanas (hasta un mes), luego comienza
la recuperación, que es de velocidad y grado variable (3). Se
han descrito casos de progresión más prolongada y de recaídas
2 años después del cuadro inicial, pudiendo o no asociarse
a nuevos cuadros infecciosos o post inmune (3), por lo que se recomienda
no estimular el sistema inmune (ej: vacunas) hasta seis meses de resulto
el cuadro clínico inicial (16).
En los casos con compromiso asimétrico y de curso fulminante,
pueden producirse hernias cerebrales debido al aumento de la presión
intracraneana, lo que puede provocar la muerte del paciente en pocos
días (3).
Dentro de los métodos de diagnóstico destacan las neuroimágenes,
el estudio del líquido cefalorraquídeo (LCR) y la electrofisiología.
Los hallazgos radiológicos no son patognomónicos (17).
En la fase aguda de la ADEM la tomografía axial computarizada
(TAC) de encéfalo es normal hasta en un 40% de los casos, es
útil para el diagnóstico diferencial (18). La resonancia
nuclear magnética (RNM) de encéfalo y médula espinal
es el método de elección para demostrar el compromiso
parenquimatoso precoz (1,14,19). Las alteraciones descritas son: normalidad
o disminución de la señal (hipointensidad) en secuencias
ponderadas en T1 e incremento de la señal (hiperintensidad) en
las ponderadas en T2 (3,18,19,20). La administración de gadolineo
produce realce de algunas lesiones (18), lo que refleja la alteración
de la barrera hémato-encefálica. En algunos casos este
realce puede ser en anillo (18) simulando un tumor o absceso cerebral
(14). Las lesiones de la sustancia blanca son difusas, asimétricas,
habitualmente bilaterales (19), ubicadas frecuentemente en las regiones
parieto-occipitales (12). Otras zonas afectadas son: corona radiada,
cerebelo, troncoencéfalo, médula espinal y nervios ópticos
(20). La sustancia gris también puede comprometerse, principalmente
a nivel de los ganglios basales y tálamos (18,21).
En la leucoencefalitis hemorrágica aguda existe compromiso de
la sustancia blanca y gris, la RNM puede mostrar alteración de
la señal en los lóbulos temporales, lesiones hemorrágicas
difusas y edema cerebral masivo (12)
El LCR es normal en 30 a 70% de los pacientes con ADEM y en 10% de
los con leucoencefalitis hemorrágica aguda (3,18). La pleocitosis
en pacientes con ADEM es de predominio linfocitario y habitualmente
es menor a 300 células por ml., en pacientes con leucoencefalitis
hemorrágica aguda el predominio es polimorfonuclear y es mayor
a 3000 células por ml. (3,12). El incremento de las proteínas
se observa hasta en un 65% de los pacientes con ADEM pero sólo
en un 10% es mayor a 100 mg/dl. (3). Un 25% de los pacientes con leucoencefalitis
hemorrágica aguda tienen una proteinorraquia mayor a 200 mg/dl.(18).
La glucorraquia está dentro de los límites normales en
la mayoría de los pacientes (3). Las bandas oligoclonales están
presentes en el 25% de los casos y, a diferencia de la EM, desaparecen
después de resuelto el episodio (1,3,12).
Los niveles de PBM frecuentemente están elevados (60% de los
casos) (18), pero es un hallazgo inespecífico que puede encontrarse
también en encefalitis virales (3). La producción intratecal
de IgG se demuestra en menos del 10% de los casos (18).
Los cultivos de LCR y las pruebas serológicas son generalmente
negativas (3). La detección de microorganismos en biopsia o autopsia
de tejido cerebral es muy poco frecuente (11). El uso de la reacción
de polimerasa en cadena para detectar fragmentos de ácido nucleico
viral se encuentra en estudio (3,12).
El electroencefalograma generalmente es anormal pero inespecífico.
Puede mostrar una asimetría difusa de alto voltaje en rango theta-delta,
coma alfa o patrón alternante (11,18). Los potenciales evocados
somatosensitivos y visuales pueden alterarse si existe compromiso de
la médula espinal o tracto óptico respectivamente (18).
El diagnóstico diferencial debe considerar el compromiso directo
del SNC por los mismos agentes descritos en la etiología del
ADEM, muchos de estos patógenos pueden causar encefalitis infecciosa
aguda. En la tabla 2 se señala el diagnóstico diferencial
de la ADEM (3,5).
Tabla 2. Diagnóstico diferencial de ADEM (3,5)
Encefalitis herpética
|
Beçhet
|
Meningitis bacteriana aguda
|
Sjögren
|
Trombosis de seno venoso
|
Lupus eritematoso sistémico (LES)
|
Absceso cerebral
|
Neoplasias: Metástasis múltiples,
|
Embolia séptica por EBSA
|
neoplasia multifocal primaria del SNC
|
Evento inicial de EM
|
Leucoencefalopatía multifocal
|
Vasculitis Primaria del SNC
|
progresiva
|
Poliarteritis nodosa
|
Poliomielitis
|
Churg-Strauss
|
Síndrome de Reye
|
Wegener
|
Neurosarcoidosis
|
EBSA: endocarditis bacteriana subaguda
La ADEM tiene una mortalidad de 10 a 30%, en los últimos años
ha disminuido debido a la terapia inmunosupresora y al tratamiento agresivo
del edema cerebral (3,18). La recuperación completa se obtiene
en 50% de los casos (1,18), y puede ocurrir incluso en pacientes en
coma (13,18). Son factores de mal pronóstico el inicio hiperagudo,
convulsiones (3) y coma (18,22).
De los pacientes con leucoencefalitis hemorrágica aguda más
del 70% fallece durante la primera semana de la enfermedad (4) y la
gran mayoría de los sobrevivientes quedan con secuelas neurológicas
como: déficit focal, epilepsia, síntomas psiquiátricos
y demencia (4).
Hasta un 35% de los casos típicos de ADEM desarrollarán
una EM (23). Son factores predictores: ausencia de una infección
asociada, escasa pleocitosis y presencia de bandas oligoclonales en
el LCR (1). Las lesiones en la RNM con valor predictivo positivo para
el desarrollo de una EM son: compromiso periventricular, existencia
simultánea de lesiones que captan y no captan contraste y lesiones
infratentoriales (1).
MIELITIS TRANSVERSA AGUDA
La mielitis transversa aguda (MT) es una enfermedad intrínseca
de la médula espinal, infrecuente y potencialmente devastadora.
En la tabla 3 se señalan sus criterios diagnósticos (24,25,26,27).
Tabla 3. Criterios diagnósticos de Mielitis Transversa (24,25,26,27)
- Inicio agudo o subagudo de déficit motor, sensitivo
y disfunción esfinteriana.
- Nivel sensitivo con límite superior bien definido.
- Ausencia de compresión medular.
- Progresión máxima dentro de 4 semanas.
- Ausencia de otras enfermedades: sífilis, sarcoidosis,
trauma, MAVespinales e infección por HTLV-1.
MAV: malformación arterio-venosa
|
Las causas de MT se clasifican en idiopática, infecciosa, parainfecciosa,
autoinmune y otras (27,28). Aproximadamente dos tercios de los casos
son idiopática (24). La mayoría de estos tienen exámenes
y seguimiento incompleto (25).
La MT postinfecciosa corresponde al 35 a 45% de los casos y es más
frecuente en pacientes menores de 40 años (18,26). Se han reportado
casos de MT de curso indolente como forma de presentación en
pacientes infectados con HIV y HTLV1 (24). La tabla 4 muestra las infecciones
virales y no virales asociadas a MT parainfecciosa.
Dentro de las causas autoinmunes destacan: la primera manifestación
de una EM, postinmunización contra la tifoidea, rabia y poliomielitis,
LES, esclerodermia, enfermedad mixta del tejido conectivo y vasculitis
(28). Otras causas descritas son fármacos como la heroína
y sulfasalazina, las neoplasias como el linfoma de células B
y la leucemia mielomonocítica (28) y paraneoplásica, fundamentalmente
secundaria a carcinoma broncogénico (5).
Tabla 4. Infecciones virales y no virales asociadas a MT parainfecciosa
(24,25,28)
Virales
|
No Virales
|
- Adenovirus
- Coxsackie A y B
- Citomegalovirus
- Echovirus
- Epstein-Barr
- Hepatits A
- Herpes simplex 1,2,6
- Herpes zoster
- Influenza
- Polio
- Rubéola
- Varicela.
- HIV
- HTLV 1
|
- Micoplasma pneumoniae
- Mycobacterium tuberculosis
- Borellia spp
- Brucella spp
- Schistosoma japonicum
- Treponema pallidum.
|
La incidencia anual de MT en Estados Unidos de Norteamérica
es de 0.46/100.000 habitantes (24). La edad más frecuente de
presentación es entre la segunda y cuarta década de la
vida, con un aumento entre los 10 a 19 años y 35 a 40 años
(26). No existe diferencia por sexo ni variación estacional (24,26).
No se ha descrito influencia hereditaria (24).
El estudio patológico muestra necrosis central simétrica
de la sustancia blanca y gris, a diferencia de la EM, existe preservación
de los vasos sanguíneos de la superficie subpial (28).
Un 30% de los adultos y un 50% de los niños tienen como antecedente
una infección viral, 3 a 15 días previos al inicio de
los síntomas (24,26). Puede existir un cuadro inespecífico
con fiebre (27%), mialgias, rigidez de cuello (13%) y dolor a nivel
del segmento medular comprometido, generalmente interescapular (26,12).
Los primeros síntomas neurológicos son parestesias ascendentes
y prurito en las extremidades inferiores, posteriormente se compromete
la sensibilidad superficial y profunda, y se establece un nivel sensitivo,
en un 80% de los casos es a nivel toráxico (24).
El compromiso motor inicial frecuentemente corresponde a una paraplegia
flácida. La paraparesia de pacientes con compromiso medular debido
a EM, habitualmente es incompleta y espástica (14). Clásicamente,
el déficit motor es máximo al primer o segundo día,
sin embargo, se han descrito evoluciones hiperagudas en minutos (24).
La médula cervical se compromete infrecuentemente (24), por lo
que el compromiso de las extremidades superiores ocurre sólo
en el 25% de los pacientes y rara vez antecede al de las extremidades
inferiores (24).
La disfunción esfinteriana se caracteriza por retención
urinaria (vejiga neurogénica flácida) (26) y esfínter
anal atónico (5,12). El compromiso del sistema nervioso autonómico
puede manifestarse por íleo adinámico, hipertensión
o hipotensión arterial, sudoración paroxística
e isquemia miocárdica (24).
Los exámenes de laboratorio utilizados en el diagnóstico
de la MT son fundamentalmente las neuroimágenes y el estudio
del LCR.
La RNM de la médula espinal es indispensable para excluir diagnósticos
diferenciales como hematoma y absceso epidural, mielopatía o
hernia del núcleo pulposo compresiva (19), evaluar la extensión
de la lesión inicial y el seguimiento. En la etapa aguda, la
RNM es normal en el 50% de los casos e inespecífica en el resto
(19). Se evidencia edema medular caracterizado por engrosamiento focal,
hiperintensidad mal delimitada en secuencias ponderadas T2 y en algunas
oportunidades realce medular anormal con gadolineo (19,24,29). El compromiso
se puede extender a lo largo de varios segmentos medulares (29), en
la EM las lesiones son pequeñas y multifocales, lo que explica
lo incompleto del síndrome medular (28,29). No es infrecuente
que el compromiso clínico no se correlacione con los hallazgos
en la RNM (12,24).
El seguimiento con RNM habitualmente muestra una resolución
parcial o completa a las semanas de iniciado el cuadro clínico.
La RNM encefálica puede ser útil para definir si la MT
es un cuadro aislado o la primera manifestación de una EM, en
este caso, se observarán lesiones desmielinizantes del encéfalo
(28).
El LCR se encuentra alterado en 30 a 50% de los pacientes (24), un
estudio prospectivo mostró alteraciones en un 94% de los casos
(28). Existe pleocitosis de hasta 10.000 células (linfocitos
y polimorfonucleares). El aumento de las proteínas ocurre hasta
en el 75% de los pacientes, pudiendo llegar a 500 mg/dl. (12,28). La
glucosa y presión de LCR habitualmente están en rangos
normales (24) y las bandas oligoclonales son negativas (27,28).
La detección viral ha sido utilizada, pero su utilidad es controvertida.
La eficacia de fármacos antivirales, aún utilizados en
forma precoz, es desconocida (12).
La resolución del cuadro clínico comienza entre 2 y 17
días de iniciada la enfermedad (24), es máxima los primeros
3 a 6 meses, pero puede continuar por algunos años (24).
Un tercio de los pacientes con MT tienen recuperación completa,
en otro tercio es parcial y el tercio restante no logra deambular ni
recuperar la función esfinteriana (24,26).
Se consideran factores de mal pronóstico: inicio hiperagudo,
presencia de dolor, paraplegia, incontinencia urinaria y ausencia de
recuperación a los tres meses de evolución (24). Un patrón
electromiográfico de denervación es también considerado
de mal pronóstico (30,31). Un trabajo relaciona la presencia
de la proteína 14-3-3 en el LCR con escasa o nula recuperación
neurológica (32).
Son considerados factores de buen pronóstico: juventud, ausencia
de progresión y compromiso medular incompleto, con preservación
de las funciones de los cordones posteriores y de los reflejos osteotendíneos
(24). Una RNM normal o poco alterada es también considerada de
buen pronóstico (28,29)
La MT puede evolucionar a una EM hasta en un 8% de los casos (27,29,33).
Los pacientes con lesiones medulares incompletas tienen una mayor probabilidad
(80%) (27,29,34).
La recurrencia de MT esta descrita hasta en un 10%, comprometiendo
siempre los mismos niveles medulares (29).
NEUROMIELITIS ÓPTICA DE DEVIC
La asociación entre compromiso medular y pérdida visual
fue reportada por primera vez en 1870 por Sir Christopher Allbutt (1).
Devic en 1894, reunió y publicó 17 casos descritos hasta
esa fecha (26). Clásicamente, ha sido considerada como una variante
de la EM (5), sin embargo, en la actualidad se la reconoce como una
entidad clínica diferente (36,37), que puede presentarse como
un síndrome asociado a enfermedades desmielinizantes, infecciosas,
del tejido conectivo o endocrinopatías (36,38).
El estudio anatomopatológico muestra lesiones medulares graves,
caracterizadas por: necrosis, hialinización de las arterias espinales,
cavitación y, en menor grado, desmielinización (38). Estos
hallazgos explican su mal pronóstico funcional (5).
A nivel encefálico existe desmielinización de los nervios
ópticos y quiasma, sin lesiones intraparenquimatosas al inicio
de la enfermedad (39).
Su causa es desconocida, se ha asociado a LES, tuberculosis pulmonar,
ADEM y a una gran variedad de auto anticuerpos (38,40,41,42). En un
50% de los pacientes existe el antecedente de un cuadro infeccioso previo
(1). Existen reportes anecdóticos de neuromielitis óptica
familiar (43).
Clínicamente se manifiesta como una enfermedad monofásica
o recurrente caracterizada por una MT aguda grave y neuritis óptica
(NO) aguda o subaguda unilateral o más frecuentemente bilateral
(80%) (1,37). La MT y la NO pueden ocurrir en forma simultánea
o secuencial (37).
El déficit neurológico se desarrolla en horas a días
y frecuentemente es precedido de cefalea, náuseas, somnolencia
y fiebre (1,38). El compromiso óptico se manifiesta por una súbita
y completa pérdida visual, en pocos días puede ser bilateral.
El fondo de ojo es normal o con edema de papila (1).
La aparición de NO y de MT en menos de un mes predice un curso
monofásico. Las formas recurrentes se caracterizan por que entre
ambos episodios hay un intervalo mayor a tres meses (27).
El curso monofásico ocurre hasta en un 45% de los casos, principalmente
afecta a jóvenes con un promedio de edad de 27 años, no
existiendo diferencia entre ambos sexos (1). La forma recurrente afecta
a un 55% de los pacientes, pudiendo recaer la NO o la MT (1). Esta forma
es más frecuente en pacientes de mayor edad y mujeres con antecedentes
de enfermedades autoinmunes, principalmente LES (1,36,37). En el 50%
de los casos la recaída ocurre dentro de los primeros 6 meses,
después de 5 años la posibilidad de una recaída
es de 18% (37). En los niños, la neuromielitis óptica
es una enfermedad más benigna, con excelente pronóstico
funcional y ausencia de recaídas (38).
El estudio con RNM habitualmente es normal o inespecífico (37).
En los casos en que se evidencia una alteración, las secuencias
ponderadas en T2 y T1 con contraste, muestran una hiperintensidad del
nervio óptico, quiasma y médula espinal, en este último
caso, frecuentemente se comprometen más de tres segmentos medulares
(38). En general, el compromiso longitudinal es más extenso que
en la EM (1,36). Durante el seguimiento, aparecen lesiones de la sustancia
blanca encefálica hasta en un 25% de los casos (1). En la NMO
de curso monofásico no se evidencian nuevas lesiones (36).
El estudio del LCR es normal sólo en un 17% de los casos (1).
La mayoría de los pacientes presentan pleocitosis (>100 cel/mm3
ó >5 neutrófilos /mm3) (37), proteinorraquia
sobre 100 mg/dl. y ausencia de bandas oligoclonales (1).
El pronóstico de las formas monofásica y recurrente difiere.
Los pacientes con la forma monofásica pueden tener una recuperación
completa o parcial, esto a pesar de que el daño neurológico
inicial es más intenso que en la presentación recurrente
(36). En la forma recurrente el pronóstico es más ominoso
debido a las frecuentes y graves recaídas (37). La gran mayoría
de los pacientes quedan con una amaurosis total, muchas veces bilateral
y no recuperan la deambulación, incluso pueden desarrollar una
falla ventilatoria durante el compromiso de la médula cervical,
lo que determina en la mayoría de los casos la causa de muerte
(36,37). La sobrevida a 5 años es de 90% para la forma monofásica
y 68% para la recurrente (37).
ESCLEROSIS MÚLTIPLE FULMINANTE
Los pacientes con EM pueden tener exacerbaciones agudas y graves, sin
embargo, la desmielinización rápidamente progresiva y
clínicamente devastadora, como forma de presentación de
la enfermedad es infrecuente (12). En 1906, Otto Marburg describió
el caso de una paciente que desarrolló un cuadro agudo de cefalea,
confusión mental y hemiparesia izquierda, falleciendo a los 26
días de iniciada su sintomatología. El estudio anatomopatológico
mostró una extensa desmielinización de la sustancia blanca
supratentorial. Desde entonces el cuadro de EM fulminante se conoce
con el epónimo de la variante de Marburg (1,5). En 1927, Balo
describió un cuadro clínico similar, pero el estudio patológico
evidenció múltiples lesiones de la sustancia blanca con
un patrón concéntrico de desmielinización y áreas
de necrosis focal. Este patrón anatomopatológico de EM
aguda se conoce como esclerosis concéntrica de Balo (1).
La causa de esta variante de EM es desconocida. Se la ha asociado a
una forma inmadura y poco fosforilada de la PBM, lo que la hace susceptible
de ruptura (44). Otros autores han observado depósitos de IgG
y activación del complemento en los sitios de destrucción
de la mielina (1,45).
En el estudio anatomopatológico, la variante de Marburg se caracteriza
por presentar lesiones desmielinizantes más graves que las observadas
en la EM típica y en ADEM. Existe una intensa infiltración
de macrófagos, daño axonal agudo, necrosis y ausencia
de gliosis (46). Destaca el hecho de que todas las lesiones tienen una
edad histológica similar (5,46,47).
En la esclerosis concéntrica de Balo, existe necrosis focal
con efecto de masa. Micro y macroscópicamente destaca la presencia
de formaciones tomaculosas, los que se deben a una alternancia de zonas
desmielinizadas con regiones de mielina normal (1).
El cuadro clínico es monofásico, de rápida progresión
y clínicamente devastador (1). Se caracteriza por la aparición
de hemiparesia o paraparesia, ataxia, oftalmoplegia y compromiso bulbar
con disfagia, disartria y falla respiratoria. Puede presentarse con
hipertensión intracraneana focal provocando hernias cerebrales
(12). Generalmente el paciente fallece antes de un año, debido
fundamentalmente a compromiso del troncoencéfalo (1,5,46).
La RNM de encéfalo muestra hallazgos inespecíficos de
desmielinización, con lesiones pequeñas irregulares o
confluentes que son hipo o isointensas en secuencias ponderadas en T1
e hiperintensas en T2 (12). Se localizan en bulbo raquídeo, protuberancia,
sustancia blanca hemisférica y cuerpo calloso. Las lesiones ovoideas
periventriculares son características. Se pueden ver lesiones
con refuerzo en anillo y grandes áreas confluentes de desmielinización
con efecto de masa (12).
El estudio de LCR muestra pleocitosis (10 a 50 linfocitos por mm3)
y un discreto aumento de proteínas. Las bandas oligoclonales
se detectan hasta en un 40% de los casos (primera manifestación
de EM) (12), sin embargo, frecuentemente son negativas debido al corto
curso clínico (1).
La EM fulminante se asocia a una alta probabilidad de discapacidad
permanente (12). Se consideran factores de mal pronostico: edad sobre
40 años, sexo femenino y extensas lesiones en la RNM (12).
ENFERMEDAD DE SCHILDER O ESCLEROSIS MIELINOCLÁSTICA DIFUSA
En 1912, Paul Schilder publicó el caso de una paciente de 14
años que debutó con síntomas de hipertensión
intracraneana y deterioro mental progresivo, falleció a las 19
semanas de iniciada la sintomatología (5). El estudio anatomopatológico
reveló una gran área de desmielinización de los
centros semiovales, además de pequeños focos de desmielinización
similares a los encontrados en la EM (5,48). En la actualidad es considerada
una variante de EM (5,49).
Anatomopatológicamente, se caracteriza por presentar lesiones
desmielinizantes difusas, a diferencia de las placas focales de la EM,
comprometen grandes áreas de la sustancia blanca, habitualmente
con necrosis tisular y zonas de cavitación (1). El compromiso
de las fibras U subcorticales y de la corteza adyacente también
ha sido descrito (1). El término "esclerosis de transición"
se usa para designar zonas de desmielinización en placas similares
a las observadas en la EM y que confluirán en las lesiones difusa
típicas de la enfermedad de Schilder (49).
La enfermedad comienza en la niñez con un cuadro clínico
caracterizado por afasia, demencia, signos corticoespinales, pérdida
de visión por neuritis óptica con edema de papila o ceguera
cortical, signos debido a compromiso de troncoencéfalo como nistagmus
y oftalmoplegia internuclear, convulsiones, psicosis aguda y signos
de hipertensión intracraneana (1,5,49).
Las neuroimágenes son fundamentales, la RNM de encéfalo
muestra extensas áreas simétricas de desmielinización
en ambos hemisferios con refuerzo en anillo (1,49).
El estudio del LCR muestra pleocitosis, presencia de PBM en grandes
cantidades (5) y puede o no existir síntesis intratecal de inmunoglobulinas
y bandas oligoclonales (5,49).
La biopsia cerebral puede ser necesaria en los casos en que las lesiones
simulan un tumor intracerebral (39,49).
Se debe considerar dentro de su diagnóstico diferencial a la
adrenoleucodistrofia (1), leucoencefalopatía esclerosante subaguda
(1,49) y tumores cerebrales (5).
El curso es inevitablemente progresivo, la sobrevida promedio es de
6 años (49). El tratamiento es sintomático, la terapia
esteroidal es ineficaz (49).
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL DE LAS LEUCOENCEFALOPATÍAS AGUDAS
El compromiso agudo de la sustancia blanca del SNC es causado fundamentalmente
por enfermedades desmielinizantes inflamatorias. Existen cuadros clínicos-radiológicos
de diversa etiología que pueden simular esta condición,
en muchos casos la biopsia cerebral es útil para diferenciar
enfermedades potencialmente tratables (50). En la tabla 5 se enumeran
las patologías más frecuentes (51).
Tabla 5. Enfermedades clínico-radiológicas que pueden
simular una leucoencefalopatía aguda (50,51)
- Isquémicas Vasculopatías: CADASIL, Moya Moya,
Vasculopatía retino coclear de Susac. Vasculitis: Sistémica,
Primaria del SNC, Inducida por drogas.Infarto venoso por trombosis
de seno venoso.
- Metabólicas Citopatías mitocondriales, Déficit
de vitamina B12, Mielinolisis pontina y extrapontina.
- Infecciosas Encefalitis viral, Absceso cerebral, Leucoencefalopatía
multifocal progresiva, VIH (primoinfeción e infecciones
oportunistas), Panencefalitis esclerosante subaguda.
- Inducida por radiación
- Tóxicas Quimioterapia (metrotexato, 5 FU, levamisol),
Óxido Nitroso, CO, Heroína.
- Oncológicas Neoplásicas (Gliomatosis cerebri,
Linfoma primario del SNC, Linfoma intravascular), Paraneoplásicas
(Encefalitis límbica).
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TRATAMIENTO DE LAS ENFERMEDADES DESMIELINIZANTES AGUDAS DEL SNC
TRATAMIENTO GENERAL
El tratamiento de soporte es fundamental (6,13,18). La monitorización
de las funciones respiratoria, cardiaca, renal y alteraciones hidroelectrolíticas
son importantes para detectar y tratar oportunamente las complicaciones
médicas (18). El manejo de las convulsiones, hipertemia, dolor
e infecciones secundarias es fundamental (6). La monitorización
de la PIC puede ser necesaria (13), principalmente en pacientes con
EM fulminante (12) y leucoencefalitis hemorrágica aguda (13).
El tratamiento oportuno del edema cerebral, con hiperventilación
o agentes osmóticos (6,13), puede mejorar el pronóstico
(13). En casos de distensión vesical debe usarse cateterismo
intermitente. Se debe prevenir la aparición de trombosis venosa
profunda de extremidades, escaras de decúbito y espasticidad
(13).
En las enfermedades en las cuales existe evidencia de agentes infecciosos
(ej: Borrelia burgdorferi, M. Pneumoniae, virus herpes simplex o varicella
zoster) en sangre o en otros tejidos, se deben emplear antibióticos
o antivirales específicos. En el caso de la infección
por virus hepatitis C se ha utilizado experimentalmete interferón
alfa (13).
La neurorrehabilitación debe iniciarse precozmente. La terapia
física debe ser intensa, la fonoaudiología y el terapeuta
ocupacional serán requeridos según necesidad.
TRATAMIENTO INMUNOLÓGICO
No existen trabajos clínicos randomizados ni controlados que
muestren eficacia de algún tratamiento específico (6,16,18,52).
Esteroides
Dada la patogenia postulada para estas enfermedades desmielinizantes,
la terapia esteroidal, debido a su potente efecto anti-inflamatorio
e inmunosupresor, ha sido la más utilizada (6,18).
En ADEM, MT y EM fulminante se ha utilizado metilprednisolona en
bolos de 0.5-1 gramo intravenoso (iv) en adultos (22,23,52) y 10
a 30 mg/k/día en niños (7,16,53) por 3 a 7 días.
Si existe respuesta, pero con un déficit residual moderado
a severo, se continúa con esteroides orales en dosis decrecientes
por 2 a 6 semanas (23). Se han descrito recaídas durante
o después de la suspensión de los esteroides, debiendo
ser reiniciados (6).
En los niños con MT, la respuesta a las megadosis de esteroides
es superior a la reportada en los adultos, disminuyendo las secuelas
y acortando el tiempo de recuperación de manera significativa
(54,55).
PLASMAFÉRESIS
En los casos de ADEM en los que la terapia esteroidal ha sido ineficaz,
se ha utilizado plasmaféresis (PF) (52,56,57,58,59). El volumen
usado ha sido de 54 ml/kg (52). El numero óptimo de PF no ha
sido estandarizado, frecuentemente se usa una cada dos días
por dos semanas (52).
Un estudio randomizado de PF en enfermedades inflamatorias desmielinizantes
agudas del SNC sugiere que su uso no debe ser considerado como tratamiento
inicial, sino reservado para pacientes con déficit severos
que no responden a altas dosis de esteroides (52).
INMUNOGLOBULINAS
Se han reportado algunos casos en que el uso de inmunoglobulina se
ha asociado a una mejoría clínica espectacular en pacientes
que no han respondido a las terapias antes descritas (6,60,61,62,63).
La dosis utilizada es de 400 mg/kg/día por 5 días (62).
En algunos casos se repite una dosis mensualmente por 3 a 6 veces
(6).
TERAPIA COMBINADA
Un reporte describe una paciente con ADEM que mejoró después
del uso de esteroides en altas dosis, craniectomía descompresiva
e hipotermia a 33-35°C (64).
Existen escasos reportes de pacientes con MT tratados con plasmaféresis
o inmunoglobulinas (12). Un trabajo reporta el uso de metilprednisolona
en dosis de 7 mg/k/día por 5 días, seguidos de PF día
por medio por 14 días, algunos de los pacientes presentaron
recuperación neurológica (52).
Si existe sospecha de una leucoencefalitis hemorrágica aguda,
se sugiere una terapia agresiva y combinada desde el inicio (13).
Se han asociado estroides en altas dosis y PF, al disminuir la dosis
de esteroides se inicia ciclofosfamida (65).
Si se demuestra una enfermedad inmunológica subyacente, por
ejemplo, lupus eritematoso sistémico, se sugiere utilizar una
terapia combinada de esteroides y ciclofosfamida, lo que se ha reportado
eficaz en ADEM (6,13) y en MT (66,67,68).
El tratamiento de la EM fulminante con megadosis de esteroides muestra
resultados controvertidos (1,69). En los casos refractarios a esteroides
se ha descrito el uso de PF e inmunoglobulinas, con resultados variables
(52). El uso de azatioprina, ciclosporina, ciclofosfamida y metrotexato
no han mostrado eficacia (12).
En la NMO de Devic existen trabajos que muestran que la asociación
de esteroides en altas dosis y azatioprina reduce la frecuencia de
los ataques (en los casos recidivantes) y mejora el grado de discapacidad
a los 18 meses (42).
OTROS
En los pacientes que se presentan por primera vez con clínica
de una enfermedad desmielinizante aguda y tienen lesiones desmielinizantes
subclínicas previas en la RNM encefálica, el uso de
interferon beta-1a en dosis de 30 ug im semanalmente reduce la tasa
de desarrollo de EM clínicamente definitiva hasta en un 50%
de los casos durante al menos tres años (70).
Existe un reporte exitoso de un paciente con ADEM que utilizó
ácido polysine polynosinico-polycytidylico estabilizado con
celulosa carboxymetilo, un potente inductor de interferón con
efectos inmunomoduladores (71). Sin embargo, en este único
caso reportado, el diagnostico de ADEM ha sido cuestionado (6,18).
En otro reporte, tres pacientes con ADEM recibieron copolimero 1,
recuperándose completamente en tres semanas (72). Sin embargo,
en EM, el copolimero 1 demora meses en lograr mejoría clínica
y radiológica, por lo que se ha postulado que en estos casos
la recuperación fue independiente del tratamiento (18).
CONCLUSIÓN:
Las patologías desmielinizantes agudas del SNC corresponde a
un grupo heterogéneo de enfermedades. El grupo etario más
frecuentemente comprometido es el de los adultos jóvenes, su
impacto social y económico es catastrófico. El diagnóstico
precoz y tratamiento oportuno pueden permitir, en algunos casos, la
recuperación completa a pesar del grave compromiso inicial. El
tratamiento general de estos pacientes es fundamental, en la actualidad
no existe un tratamiento específico demostrado eficaz para este
grupo de enfermedades. El avance en el conocimiento de su etiopatogenia
permitirá disponer de terapias específicas y así
mejorar el pronóstico funcional de estos pacientes.
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