INTRODUCCIÓN
La cocaína es un alcaloide que se extrae de las hojas
del arbusto Erytroxylon coca, que se cultiva principalmente en
Sudamérica. Existen diferentes formas de preparación:
pasta base, clorhidrato de cocaína y alcaloide o base libre.
Así mismo se utilizan diversas vías de administración:
endovenosa, oral, fumada, intramuscular, sublingual, vía
mucosa nasal, genital, ocular y rectal.
Se han reportado una gran variedad de problemas neurológicos
en relación al uso de cocaína, los que incluyen:
isquemia cerebral (infarto cerebral y déficit isquémico
transitorio), hemorragia cerebral (hemorragia intraparenquimatosa
y hemorragia subaracnoídea) y convulsiones, tanto parciales
como generalizadas. Reportes de casos anecdóticos incluyen
además síndrome de arteria espinal anterior y neuropatía
óptica isquémica (1,2).
Estas complicaciones pueden ocurrir tanto en consumidores habituales
como ocasionales (21), y son independientes de la vía de
administración.
El abuso de esta droga alcanza proporciones epidémicas
en países como Estados Unidos, donde se estima que alrededor
treinta millones de habitantes la han usado, cinco millones son
consumidores habituales y cada día cerca de 5000 individuos
la emplean por primera vez (1).
La mayor disponibilidad de la forma base libre, que se caracteriza
por 95% de pureza, rápida absorción, y rápido
aumento de los niveles plasmáticos, ha aumentado en forma
significativa la incidencia de complicaciones (1).
FARMACOCINÉTICA
La cocaína es un alcaloide cuyo nombre químico
es benzoylmethylecgonina. Es un estimulante del sistema nervioso
central, ya que actúa como un potente simpaticomimético
al bloquear la recaptura de norepinefrina y dopamina, produciendo
un exceso de estos neurotransmisores a nivel del receptor postsináptico.
Además la cocaína bloquea la recaptura de monoaminas
a nivel del sistema nervioso periférico, lo que resulta
en vasoconstricción, aumento de la presión arterial,
taquicardia, hiperglicemia, midriasis e hipertermia (3).
El clorhidrato de cocaína es preparado disolviendo el
alcaloide en ácido clorhídrico, formándose
un polvo hidrosoluble que se descompone al ser calentado. La base
libre se prepara procesando la cocaína con amonio o bicarbonato
de sodio. Esta forma es termoestable y es preparada para ser fumada.
Es conocida como "Crack" por el sonido que produce al ser calentada
(4). La pasta base o sulfato de cocaína es producto de
la conversión de las hojas de coca maceradas, mediante
un tratamiento con solventes de tipo alcohol, parafina o bencina,
más ácido sulfúrico y carbonato de sodio.
La pasta base se fuma, acompañada habitualmente de tabaco
u otros productos como marihuana.
La cocaína se absorbe rápidamente por cualquier
vía y tiene una vida media de aproximadamente 1 hora (5).El
tiempo de comienzo de acción se correlaciona con la vía
de administración (Tabla 1).
TABLA Nº 1
Farmacocinética de la cocaína en relación
a la vía de administración
Vía administración
|
Inicio acción
|
Máx. efecto
|
Duración acción
|
Inhalación (fumada)
|
3 - 10 seg
|
1 - 3 min
|
5 - 15 min
|
Endovenosa
|
10 - 60 seg
|
3 - 5 min
|
20 - 60 min
|
Intranasal u otra mucosa
|
3 - 5 min
|
15 - 20 min
|
60 - 90 min
|
Comparada con la inyección endovenosa, la administración
a través de mucosas resulta en un comienzo de acción
más lento, efecto máximo más tardío
y una mayor duración de la acción.
Por otra parte la euforia ocurre segundos luego de que la cocaína
tipo Crack es fumada, siendo ésta la forma más potente
y adictiva de la droga.
A pesar de que la vida media de la cocaína es de aproximadamente
una hora, el efecto máximo de la droga se adquiere en los
primeros minutos de su administración, requiriéndose
dosis repetidas para mantener niveles adecuados en el sistema
nervioso central y así alcanzar el efecto deseado (6).
La cocaína es metabolizada por la colinesterasa plasmática
y hepática, y sus metabolitos se eliminan en la orina pudiendo
detectarse hasta 48 horas después de su consumo, por lo
que la presencia de ellos en la orina indica su uso reciente.
El análisis del pelo es un marcador extremadamente sensible
del consumo de cocaína en las últimas semanas o
meses (7).
COCAÍNA Y ENFERMEDAD VASCULAR CEREBRAL
La relación entre el consumo de cocaína y la enfermedad
vascular cerebral se ha descrito en diversas publicaciones (1,13,10,14,15).
Entre el 9.5 y el 34% de los accidentes vasculares en pacientes
menores de 45 años se asocian al uso de drogas ilícitas,
dentro de las cuales la más frecuente es la cocaína.
La gran mayoría ( 85% - 90% ) ocurren en hombres entre
la tercera y cuarta década de la vida (27,29).
Las complicaciones aunque pueden ocurrir tardíamente,
en la mayoría de los pacientes se presentan dentro de las
primeras horas posteriores al consumo (1,21). En 1997 Fessler
reportó una serie de pacientes con enfermedad vascular
cerebral en relación al uso de cocaína en que el
54% de los pacientes presentó la sintomatología
mientras consumía la droga, 33% dentro de las primeras
seis horas, 6% entre seis y doce horas y 3% entre 12 y 24 horas
posteriores al consumo (10).
El consumo en forma de alcaloide o base libre se ha asociado
tanto a accidentes vasculares isquémicos como hemorrágicos,
a diferencia del clorhidrato de cocaína que se relaciona
preferentemente con accidentes vasculares hemorrágicos
(hemorragia intraparenquimatosa y hemorragia subaracnoídea)
(28).
La hemorragia subaracnoídea (HSA) en relación al
uso de cocaína fue descrita por Lichtenfeld et al. en 1984
(8). Hay estudios que muestran que hasta 80% de los casos serían
secundarios a la ruptura de un aneurisma o malformación
arteriovenosa, por lo que estos pacientes deben ser estudiados
con angiografía (28). Los pacientes serían en promedio
20 años más jóvenes que la población
general con HSA y tendrían aneurismas de la mitad del tamaño
de los descritos en las grandes series (9,10). Oyesiku reportó
un total de 53 casos en que el promedio de edad de presentación
de HSA en relación a cocaína fue de 30 años(9).
En 1997 Fessler reportó una serie de 12 pacientes en los
que la edad media de presentación fue de 32 años
en comparación con la edad media de presentación
en los controles que fue de 52 años. Por otra parte el
tamaño de los aneurismas rotos fue significativamente más
pequeño en los pacientes usuarios de cocaína, (4,9mm
versus 11mm en los controles), lo que podría sugerir que
la cocaína sería un factor de riesgo para la ruptura
precoz de aneurismas intracraneanos (10). El mecanismo más
probable que influye en la ruptura aneurismática son los
episodios bruscos de hipertensión arterial inducidos por
esta droga (12), los que son transmitidos en forma amplificada
a la pared del aneurisma, debido a la disminución de distensibilidad
secundaria a las alteraciones estructurales típicas de
la pared de aneurismas saculares (11).
Las hemorragias intraparenquimatosas asociadas al uso de cocaína
en un alto porcentaje (hasta 50% de los casos) son secundarias
a la ruptura de un aneurisma o malformación arteriovenosa
subyacente (27), por lo que al igual que los casos que se presentan
con HSA tienen indicación de estudio angiográfico
(23). Estas hemorragias son frecuentemente lobares (50-70%) y
menos frecuentemente de ganglios basales. Se han buscado otras
explicaciones además de la hipertensión arterial
para los hematomas de localización atípica en los
que no se encuentra una malformación arteriovenosa o aneurisma
subyacente. Los mecanismos propuestos son: reperfusión
de tejido isquémico, vasculitis (en algunos casos documentada
por biopsia), endocarditis bacteriana y embolía séptica,
asociación con alcohol y otras drogas.
El mecanismo por el que ocurren los accidentes vasculares isquémicos
no está totalmente aclarado y probablemente sea multifactorial.
Las principales hipótesis propuestas son: vasoespasmo,
HTA transitoria, embolía cardiogénica, vasculitis
y efecto trombogénico directo. Se piensa que la causa más
probable de la mayoría de los infartos es el vasoespasmo
(1,13) debido al potente efecto vasoconstrictor de la cocaína,
lo que ha sido evidenciado en estudios con angio-resonancia (19),
angiografía y trabajos que muestran hallazgos histopatológicos
compatibles (30). Por otra parte sabemos que esta droga puede
producir miocardiopatía dilatada, arritmias e isquemia
miocárdica (4), que a su vez serían fuente de émbolos
hacia la circulación cerebral. La patogenia de la isquemia
miocárdica es probablemente multifactorial ya que la cocaína
causa un incremento en los tres factores determinantes de la demanda
miocárdica de oxígeno: frecuencia cardíaca,
presión arterial y contractilidad ventricular izquierda.
Al mismo tiempo, la droga produce un efecto vasoconstrictor en
las arterias coronarias, llamada "vasoconstricción inapropiada",
ya que mientras crece la demanda de oxígeno disminuye su
aporte (4). Asociado a esto, la cocaína puede inducir la
formación de trombos en las arterias coronarias al igual
que en las arterias cerebrales. Diversos mecanismos han sido propuestos:
activación plaquetaria (20), déficit de proteína
C (21), y aumento en la concentración del inhibidor del
activador del plasminógeno (22). El uso de drogas endovenosas
se ha asociado a un aumento del riesgo de desarrollar endocarditis
bacteriana. A pesar de que varias drogas de uso ilícito
son administradas por vía endovenosa, la cocaína,
por una razón desconocida, parece ser un factor de riesgo
independiente para el desarrollo de endocarditis. La elevación
de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial
sistémica que acompaña el uso de esta droga podría
producir daño vascular y valvular, lo que predispone a
la invasión bacteriana. Además tendría un
efecto inmunosupresor aumentando el riesgo de infección.
A diferencia de la endocarditis relacionada con el uso de otras
drogas, la endocarditis asociada a cocaína compromete más
frecuentemente las válvulas cardíacas izquierdas
(4). Finalmente la vasculitis se ha propuesto como otro mecanismo
posible, aunque no como el más frecuente. Puede ocurrir
vasculitis como parte de una reacción alérgica a
varias drogas. La mayoría de las vasculitis cerebrales
y sistémicas en usuarios de drogas han sido asociadas con
el uso de anfetaminas, sin embargo en muchos casos no puede identificarse
el agente debido a la ingesta de múltiples drogas. Existen
reportes de pacientes con infartos y otros con hemorragias cerebrales
asociados al uso sólo de cocaína, cuyas biopsias
cerebrales muestran vasculitis, e incluso con buena
respuesta al tratamiento esteroidal (16,17,18). En algunos de
estos pacientes la evolución progresiva en días
o semanas, asociada a una velocidad de sedimentación elevada,
fueron claves en el diagnóstico. Sin embargo la incidencia
y la etiología de este trastorno permanece incierto, y
el rol del tratamiento corticodal se encuentra en investigación.
CONVULSIONES Y EPILEPSIA
Las convulsiones fueron uno de los primeros efectos adversos
conocidos de la cocaína. Se ha reportado su asociación
con todas las formas de su consumo, y han sido descritas incluso
luego de dosis única (1).
Según un trabajo recientemente publicado, alrededor del
6% de los pacientes que consultaron en un servicio de urgencia
por convulsiones, éstas se asociaron a la ingesta de cocaína,
y de éstos cerca del 20% presentaron crisis sólo
en el período de intoxicación (25). Sin embargo,
es importante recalcar que de todas las consultas por complicaciones
relacionadas al uso de cocaína, sólo un 3% fueron
convulsiones y, en muy pocos de estos pacientes la cocaína
fue el único factor predisponente. Según diferentes
series, las convulsiones secundarias sólo al uso de cocaína
son una complicación relativamente rara, que afecta entre
0.6 - 7.9% de los usuarios. (25).
Las crisis asociada a la ingesta de cocaína como único
factor de riesgo generalmente son primariamente generalizadas,
a diferencia de las crisis en pacientes con otros factores de
riesgo, en que son más frecuentemente de inicio focal (25).
Se piensa que esta droga podría disminuir el umbral convulsivante
en pacientes epilépticos actuando como un tóxico
directo o, indirectamente, contribuyendo a la falla en la adhesión
al tratamiento y a la privación de sueño, o puede
ser causa de un accidente vascular que secundariamente produzca
convulsiones.
Las crisis generalmente son autolimitadas, pueden desarrollarse
inmediatamente luego de la administración de la droga sin
otras manifestaciones de intoxicación grave. Sin embargo,
existen reportes de casos en que las convulsiones son un signo
de toxicidad y preceden a la muerte (5,25).
Al igual que las complicaciones cardiovasculares las convulsiones
se producen dentro de los primeros minutos u horas que siguen
a la ingesta de la droga. Pascual-Leone et al. estudiaron retrospectivamente
un grupo de 474 pacientes con complicaciones médicas relacionadas
a la intoxicación con cocaína. De 403 pacientes
sin historia previa de convulsiones, aproximadamente 10% presentó
crisis dentro de los 90 minutos que siguieron a la ingesta de
la droga. La mayoría de las crisis fueron generalizadas
y no se asociaron a déficit neurológicos. La mayoría
de las crisis focales y recurrentes se asociaron a complicaciones
intracerebrales agudas o al uso concomitante de otras drogas.
De los 71 pacientes con historia de convulsiones previas, 15%
presentó convulsiones en relación al uso de la droga,
de características similares a las experimentadas previamente
(24). Fueron seguidos 31 de estos casos durante tres años,
en los cuales, 48% padecieron recurrencia de las convulsiones,
atribuidas al uso continuado de cocaína (26).
En los casos en que la cocaína es el único factor
predisponente, el tratamiento es la suspención de la droga.
La terapia con anticonvulsivantes está indicada sólo
en pacientes con otros factores de riesgo de recurrencia, además
del uso de cocaína. (25).
CONCLUSIONES:
Con todos estos datos podemos concluir:
- Existen datos suficientes que apoyan la relación entre
consumo de cocaína y diversos trastornos neurológicos,
los que pueden afectar tanto a consumidores crónicos
como esporádicos, independientemente de la vía
de administración de la droga.
- Es un factor que debe tenerse presente principalmente en adultos
jóvenes que se presentan con accidentes vasculares o
convulsiones, aún en presencia de otros factores de riesgo.
- Además de la historia es importante solicitar precozmente
el estudio toxicológico, debido a que pasadas 48 horas
posteriores al consumo, los metabolitos de la droga son indetectables.
- Dada la frecuente asociación entre accidente vascular
hemorrágico y malformaciones vasculares se recomienda
realizar estudio angiográfico, especialmente si el sangramiento
es subaracnoídeo o lobar.
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