Definición.
Representan shunts desde un suministro arterial dural a un canal
venoso de drenaje dural. Las ramas arteriales que irrigan la lesión
son reclutadas de arterias durales y de ramas paquimeníngeas
de arterias cerebrales. El nido del shunt está contenido
sólo dentro de las capas de duramadre, lo cual lo distingue de
otras malformaciones vasculares. El nido a menudo está cerca
de un seno dural, el cual puede aparecer estrechado u obstruido en la
angiografía. El drenaje venoso es a través del seno dural
y otros canales venosos durales y leptomeníngeos. El drenaje
leptomeníngeo retrógrado es a menudo tortuoso, varicoso
o francamente aneurismático (1).
Corresponden aproximadamente entre un 10 a 15% de todas las malformaciones
arteriovenosas (MAV) intracraneales (5, 12, 13).
Historia.
El primero en describir una MAV que involucraba la duramadre fue Rizzoli
en 1881 y Sachs en 1931 hizo la primera descripción angiográfica.
Krause describió el angioma venosum racemosum de la médula
espinal torácica en 1910. Elsberg en 1916 trató exitosamente
una fístula dural espinal mediante un drenaje venoso intratecal.
Ahora se reconoce que el llamado angioma venosum racemosum era
en realidad el drenaje venoso subaracnoídeo de una fístula
dural (3). En 1972 Houser describió la importancia del drenaje
venoso en la presentación clínica distinguiendo entre
drenaje directo en senos venosos y drenaje en venas piales subaracnoídeas
(3, 5). Djindjian and Merlan en 1978 realizan una clasificación
general que correlacionó los patrones de drenaje venoso con la
sintomatología (3, 5). (Tabla I).
Etiología.
El origen de estas lesiones sigue siendo controvertido, apoyando una
causa congénita los casos neonatales encontrados, asociados a
una anomalía congénita compleja , una facomatosis o una
malformación de la vena de Galeno.
Sin embargo, a favor de la hipótesis adquirida existen estudios
que demuestran como factor etiológico la trombosis de seno combinada
con hipertensión venosa.
Trombosis espontánea o traumática parece ser el evento
primario, gatillando la estimulación de angiogénesis y
el desarrollo de canales arteriovenosos microscópicos nativos
que normalmente existen dentro de la duramadre. La trombosis de seno
se revasculariza y en el proceso se desarrolla el suministro sanguíneo
dural, el cual forma una comunicación fístulosa entre
el trombo vascularizado y la porción restante del seno, los vasos
involucrados en esta comunicación fístulosa gradualmente
se hipertrofian y forman la malformación (1, 6, 7, 9, 10, 13).
Posteriormente puede seguir distintos cursos:
- Permanecer asintomática,
- Sufrir regresión espontánea,
- Crecer por reclutamiento de suministro arterial parenquimatoso adicional,
- Reclutamiento de drenaje venoso cortical/leptomeníngeo (7).
Una historia de trauma, cirugía previa o estados clínicos
asociados con hipercoagulabilidad, incluyendo infección, embarazo
y uso de anticonceptivos orales pueden estar presentes. Otros casos
han sido catalogados idiopáticos (1, 9, 10, 13).
Clasificación.
Pueden ser clasificadas de acuerdo al seno dural involucrado (sagital,
cavernoso, recto, esfenoparietal, transverso o sigmoídeo), a
la región de la duramadre (fosa craneal anterior, fosa craneal
media, tentorio, fosa posterior) o por el patrón de drenaje venoso
(seno dural, pial cortical) (1, 3, 4, 5, 7, 11).
Fisiopatología.
Algunas de las lesiones pueden permancer asintomáticas o mantenerse
con sintomatología y hallazgos angiográficos estables
por muchos años de seguimiento, otras pueden sufrir regresión
espontánea, involución y resolución con estabilización
y mejoría de síntomas neurológicos. Es desconocido
cuales seguirán este curso, sin embargo las ubicadas en la región
del seno cavernoso son particularmente proclives a este fenómeno,
y hasta un 40% de los casos publicados tienen una regresión espontánea.
Otras lesiones sufren progresivo reclutamiento de arterias paquimeníngeas
adicionales. Este fenómeno produce una hipertrofia de las arterias
durales y la reaparición de arterias embrionarias involucionadas
previamente, las cuales son normalmente invisibles en la dura del adulto.
Una progresión similar ocurre en el lado venoso de la MAV dural.
La progresiva arterialización de la hoja dural patológica
produce hipertensión dentro de los canales venosos leptomeníngeos
adyacentes, que son transformados en vías de drenaje venoso retrógrado,
bajo presiones arteriolizadas y se vuelven tortuosos, varicosos o aneurismáticos.
Este drenaje venoso retrógrado ha sido asociado con la mayoría
de las secuelas neurológicas. Las hemorragias han sido publicadas
sólo en presencia de este hallazgo.
También las estructuras venosas dilatadas pueden tener un efecto
de "masa", obstruyendo las vías de circulación del LCR
dentro del sistema ventricular o las cisternas basales, pudiendo causar
una hidrocefalia. En otros casos, una hipertensión venosa dural
puede resultar en una disminución de la absorción del
LCR e hipertensión intracraneal secundaria con papiledema. Esto
es más común en fístulas de alto flujo que drenan
en amplios senos durales, con obstrucción del flujo venoso dural.
Otras manifestaciones incluyen tinnitus pulsátil u otros síntomas
auditivos subjetivos, con o sin dolor, relacionados al alto flujo a
través de los canales vasculares en la base del cráneo.
Adicionales quejas dolorosas pueden estar relacionadas a congestión
orbitaria o estiramiento de las capas durales por canales vasculares
agrandados o a compresión del nervio trigémino cerca del
ángulo petroso por estructuras venosas arteriolizadas (1, 4,
8, 13).
Síntomas focales son encontrados exclusivamente en MAV durales
que drenan a venas corticales. Dependiendo de la topografía de
la vena involucrada puede verse afasia, debilidad motora y otras. Esos
síntomas parecen estar relacionados a congestión pasiva
crónica por presión venosa retrógrada aumentada
hacia las rutas de drenaje venoso del cerebro normal.
La contribución arterial desde arterias meníngeas a la
fístula dural puede ser lo bastante significativa que aún
nervios craneales suran un fenómeno de robo vascular (8, 13).
Clínica.
Claramente la localización de la lesión predispone a
cierto tipo de sintomatología clínica. Particularmente
benignas son las localizadas en la región del seno cavernoso
que raramente están asociadas a drenaje venoso leptomeníngeo
y pueden tener regresión espontánea y resolución.
Las MAV durales que involucran el seno transverso y seno sigmoídeo
se asocian a sintomatología benigna como tinnitus pulsátil
(el síntoma más común), la cefalea es la siguiente
queja en frecuencia, soplos objetivos (usualmente escuchado en región
mastoídea) o dolor auricular.
Las que involucran la región del seno cavernoso pueden drenar
anteriormente dentro de estructuras venosas orbitarias y resultar en
manifestaciones neuro-oftalmólogicas. Cuando drenan posteriormente
en el seno petroso, tienden a causar dolor facial con o sin paresia
de nervios craneales, relacionados al síndrome del seno cavernoso.
Aquellas que implican la dura clival o la incisura tentorial a menudo
drenan en el sistema venooso galénico a través de venas
perimesencefálicas arteriolizadas, dilatadas y varicosas, con
variables manifestaciones clínicas, incluida neuralgia del V
nervio craneal, parálisis de nervios craneales o síndromes
de tronco.
En cualquier localización pueden presentarse con papiledema
y presión intracraneal aumentada (con oscurecimiento visual,
disminución de la agudeza visual o amaurosis, algunas veces,
con papiledema o proptosis) (1, 5, 6, 8, 10, 12, 13).
Mientras el riego de hemorragia es sólo de 1,5% por año,
cuando están asociadas a drenaje venoso leptomeníngeo
arteriolizado, pueden producir una hemorragia catastrófica, intracerebral
o subaracnoídea (7).
Las localizadas en la incisura tentorial medial, fosa craneal anterior
y el foramen magnum tienen un curso neurológico más agresivo
con hemorragias dado que casi siempre están asociadas a drenaje
venoso retrógrado (1, 5, 6, 8, 10, 12, 13).
Diagnóstico.
El principal estudio diagnóstico para la definición óptima
de la MAV dural es la angiografía convencional. En los casos
con sospecha de esta patología debería incluirse la inyección
de ambas arterias carótidas internas así como inyecciones
separadas de arterias carótidas externas y vertebrales (1, 9).
El suministro arterial a la MAV dural varía dependiendo de su
localización anatómica. Un protocolo diferente es necesario
para lesiones en la fosa anterior, media y posterior. Las de fosa anterior
reciben su flujo sanguíneo desde arteria meníngea media
y accesorias (ramas de la arteria carótida externa) y ramas meníngeas
de la arteria oftálmica. En la fosa media desde la arteria meníngea
media, meníngea accesoria, faríngea ascendente y troncos
meníngeo hipofisiario e inferolateral (ramas de la arteria carótida
intracavernosa). Fosa posterior y tentorial del tronco meníngeo
hipofisiario, faríngea ascendente, arteria occipital y ramas
meníngeas anterior y posterior de la arteria vertebral (12).
Otros estudios diagnósticos pueden revelar evidencia indirecta.
TAC y RM Cerebral a menudo son efectuados como parte de la investigación
inicial de los síntomas neurológicos. Además pueden
revelar engrosamiento de una región de la duramadre o tortuosidad
del drenaje venoso leptomeníngeo. Más recientemente, la
angiografía por Resonancia Magnética ha sido usada para
detección (en pacientes con baja sospecha clínica) y seguimiento
de hallazgos específicos (ej. desarrollo de canales venosos leptomeníngeos),
sin embargo sólo la angiografía cerebral puede proveer
los detalles diagnósticos y la información del flujo dinámico
que puede definir las arterias nutrientes y el patrón detallado
del flujo y drenaje venoso que es esencial para la intervención
terapéutica (1).
Tratamiento.
A.- Manejo expectante y paliativo:
Está indicado para lesiones con síntomas benignos y
para lesiones sintomáticas o incidentales sin los hallazgos
de agresividad ya vistos, considerando, por ejemplo, que el 50% de
los pacientes con tinnitus muestra mejoría sin terapia (1,
6, 7, 10). La decisión para realizar una intervención
terapéutica activa depende del estado clínico del paciente
y de las manifestaciones previas así como también de
los hallazgos angiográficos de la lesión (1).
El tratamiento sintomático puede incluir simple consejo, masaje
yugular, compresión repetida manual de la arteria carótida
y occipital ipsilateral, con éxito en una minoría de
los casos, y nunca ha demostrado ser efectivo en un estudio controlado.
Aún más puede ser peligrosa en un anciano con enfermedad
carotídea concomitante (1, 5, 11). Otros procedimientos han
incluido infusión de estrógenos en la arteria carótida
externa, electrotrombosis del seno afectado, radioterapia convencional
y radiocirugía estereotáxica con escaso resultado (9).
Otros pacientes pueden beneficiarse de angentes anti-inflamatorios
no esteroidales, carbamazepina (para dolor lancinante) y un breve
período de corticoides (1).
Algunas MAV durales son tratadas en forma expectante, lo cual es
recomendado principalmente para el tipo I. Las tratadas paliativamente,
deberían ser seguidas con estudios diagnósticos seriados
para descartar el desarrollo de drenaje venoso leptomeníngeo.
El pronóstico de una primera hemorragia es ominoso con más
de un 20-30% de mortalidad o seria discapacidad (1, 5, 7).
B.- Terapia endovascular.
La embolización transarterial ha sido ampliamente usada.
Con la introducción de nuevas tecnologías con catéteres
guiados por flujo y mayor experiencia con embolización de partículas
y glue ha mejorado la seguridad y eficacia de la embolización
transarterial. Sin embargo raramente elimina y cura una MAV dural,
excepto en raras instancias de fístulas con sólo unas
pocas arterias contribuyentes accesibles. Numerosos casos han sido
documentados en la literatura con tratamiento parcial, que más
tarde recurren y progresan por posible reclutamiento de arterias adicionales
y vasos embolizados que pueden recanalizarse. Además la terapia
endovascular no está exenta de riesgo de accidente vascular
(1, 7).
Puede ser efectiva en paliar los síntomas discapacitantes,
aún sin total cura (debiendo continuar con seguimiento posterior),
jugando también un importante rol en disminuir el flujo a través
de la MAV dural com preparación para la intervención
quirúrgica u obliteración transvenosa (1). Algunos la
consideran como tratamiento de elección en las MAV durales
de tipo IIA, principalmente las localizadas en región del seno
cavernoso (5, 9).
La embolización transvenosa ha dado buenos resultados,
cuyo objetivo es la trombosis del lado venoso de la lesión,
a menudo incluyendo la obliteración del seno venoso dural adyacente.
Algunos riesgos, poco frecuentes, de este procedimiento son: el cambio
de drenaje venoso desde uno benigno a uno más agresivo con
compromiso de las venas subaracnídeas; riesgo potencial de
infarto venoso si la oclusión del seno causa la obstrucción
del flujo eferente de una vena de drenaje normal del tejido cerebral
(por ej. la vena de Labbé por el seno transverso) y riesgo
de embolia pulmonar (1, 9, 11, 13).
La vía transvenosa puede no ser accesible en muchas MAV durales,
incluidas las de incisura tentorial y fosa anterior (1).
La obliteración transvenosa de una MAV dural del seno transverso-sigmoídeo
es efectiva y puede ser más segura que la aproximación
quirúrgica, pero en conjunto con esta última hay significativamente
mejores resultados, similar a lo observado en las de localización
tentorial (1, 9). En cambio obtiene iguales resultados, la obliteración
quirúrgica en comparación con la terapia endovascular,
en la región del seno sagital superior. Sin embargo cuando
el drenaje leptomeníngeo es prominente se recomienda la primera
(9). Es particularmente efectiva en la región del seno cavernoso
(aunque generalmente éstas no requieren intervención
terapéutica dado su curso benigno) (1).
C.- Tratamiento quirúrgico.
Con o sin embolización previa, es la opción terapéutica
más efectiva para el tratamiento definitivo de aquellas MAV
durales con características agresivas. Los objetivos quirúrgicos
incluyen aislamiento, coagulación y resección de la
hoja dural patológica (incluido en algunas instancias el seno
dural adyacente) y desconección del drenaje venoso leptomeníngeo.
Resección del seno adyacente puede ser efectuada sin el riesgo
de infarto venoso si el segmento está arteriolizado y canales
venosos colaterales están bien desarrollados. La embolización
previa puede reducir la pérdida sanguínea (1, 7, 9).
Es el tratamiento de elección en las localizadas en la fosa
anterior (1, 9). En las de tipo III, IV y V el objetivo es la obliteración
completa por lo que la terapia quirúrgica ya sea sola o en
combinación con los otros tratamientos debe efectuarse (5).
D.- Terapia de radiación.
Ha sido usada aunque los casos han sido más bien anecdóticos.
La experiencia con radiocirugía estereotáxica ha sido
alentadora, pudiendo obliterar la dura patológica dentro de
los dos años siguientes. La dosis no ha sido establecida y
tampoco se sabe si responde similar a las MAV parenquimatosas. Ha
sido empleada para aquellas MAV durales en localización tentorial
lateral y seno sagital superior, cuando una hemorragia reciente no
ha ocurrido y el riesgo quirúrgico fue considerado significativo
(1).
Tabla 1
Clasificación modificada de Djinnjian y Merland de las FAVD*
Tipo I:
|
FAVD drena a un seno con flujo ánterogrado normal.
|
Tipo II:
|
FAVD drena a un seno. Insuficiente drenaje ánterogrado
venoso y reflujo. La insuficiencia del drenaje venoso puede
deberse a estenosis u oclusión del drenaje sinusal por
moderado flujo del FAVD o por muy alto flujo del FAVD que no
puede ser drenado por un seno normal. Dependiendo del drenaje
venoso retrógrado, se distinguen 3 subtipos:
Tipo II a: Drenaje venoso retrógrado solamente en el
seno.
Tipo II b: Drenaje venoso retrógrado a venas corticales,
solamente.
Tipo II a + b: Drenaje venoso retrógrado a senos y venas
corticales.
|
Tipo III:
|
FAVD drena directamente a una vena cortical sin ectasia venosa.
|
Tipo IV:
|
FAVD drena a una vena cortical con ectasia venosa, mayor de
5 mm en diámetro.
|
Tipo V:
|
FAVD: drenaje a las venas espinales perimedulares
|
*FAVD = Fístula Artero -Venosa Dural.
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