GENERALIDADES

Descritas por primera vez por Zenker en 1861, las características clínicas del Síndrome de Embolía Grasa (SEG) han sido reconocidas por más de cien años. Se trata de una extraña, aunque muy severa complicación asociada principalmente a fracturas de huesos largos y procedimientos en los cuales existe manipulación intramedular. Sin embargo, puede también presentarse en otras condiciones, como quemaduras extensas, pancreatitis crónica o enfermedad por descompresión.

En la literatura se hace hincapié en la importancia de distinguir entre Embolía Grasa, que se define como la presencia de glóbulos grasos en el parénquima pulmonar y circulación periférica tras una fractura de huesos largos o trauma mayor, y Síndrome de Embolía Grasa, que es la manifestación clínica de la anterior, caracterizada por el desarrollo de insuficiencia respiratoria, trombocitopenia y compromiso de conciencia ocurrido dentro de las primeras 72 horas que siguen a la injuria. La razón de esta distinción radica en que la Embolía grasa, como tal, estaría presente en al menos un 90% de los pacientes con fractura de huesos largos, mientras que el Síndrome de Embolía Grasa sería inusual, con frecuencias reportadas de 0,5-2% de las fracturas y 0,5-0,8% de los procedimientos de manipulación endomedular.

 

FISIOPATOLOGIA

Con respecto al mecanismo mediante el cual los émbolos alcanzan la circulación cerebral, se reconoce que el sitio primariamente afectado es el pulmón. Los émbolos grasos quedan atrapados en los capilares pulmonares, pudiendo deformarse, atravesándolos, lo que genera una embolización sistémica, principalmente hacia cerebro y riñón. Esto es especialmente válido para aquellos cuyo diámetro es inferior a 7 um. Se reporta, además, el caso anecdótico de un paciente con foramen oval permeable, quien luego de sufrir politraumatismo con fracturas de huesos largos desarrolló este sindrome.

En un modelo experimental de embolía grasa cerebral en conejos, se estudió el efecto de la inyección del triglicérido Trioleina (principal constituyente de los émbolos grasos) en la arteria carótida interna. Dos horas antes de la inyección se realizó una medición de todos los parámetros para establecer un basal. Dentro de los resultados destaca que el flujo sanguíneo cerebral ipsilateral (medido por Doppler Láser en la corteza sensitivo-motora) disminuyó en forma significativa a los 45 minutos y fue disminuyendo progresivamente hasta llegar a 50% a las 2 horas, luego de lo cual no hubo variación. La curva de la respuesta evocada somatosensorial no sufrió alteraciones significativas. Usando trioleina marcada con I 125, a los 3 minutos se detectó un 2,49% de la dosis total inyectada en el cerebro. Los conejos usados como control recibieron inyección de solución salina y no mostraron variación de ninguno de los parámetros.

Este trabajo destaca que, pese a que sólo un pequeño porcentaje de la dosis inyectada se impacta en la circulación cerebral, ésta es suficiente para causar una significativa reducción del flujo sanguíneo en las próximas 2 horas (4).

 

ANATOMIA PATOLOGICA

Microscópicamente, los émbolos se han encontrado con mayor frecuencia en la sustancia gris, debido a su gran red de capilares; no obstante, los cambios patológicos han sido observados predominantemente en la sustancia blanca, lo que se explica debido a su menor desarrollo de circulación colateral y mayor susceptibilidad a la isquemia (5).

El daño fisiopatológico es el resultado de los efectos físicos y químicos del lípido a nivel local. Por una parte hay obstrucción de la microcirculación que deriva en cambios isquémicos; por otra, hay una respuesta inflamatoria desencadenada por mediadores químicos liberados, tanto desde las plaquetas en contacto con el material lipídico, como desde las células dañadas por la hipoxia e hipoperfusión. Se produciría un aumento local en la concentración de dichos mediadores que lleva a una disrupción de la membrana basal del capilar con el consiguiente daño al tejido subyacente.

 

CUADRO CLINICO

Existen dos formas de presentación en este síndrome. Algunos pacientes sufren un curso fulminante con inicio de síntomas dentro de las primeras 12 horas posteriores a la injuria. En este grupo se observa mayor mortalidad, mayor compromiso neurológico inicial (generalmente coma) y embolización masiva que deriva en falla ventricular y colapso cardiovascular. La segunda forma de presentación, que incluye a la mayoría de los pacientes sigue un curso más lento, desarrollando los síntomas 24 - 72 horas tras la injuria y con un espectro clínico amplio que va desde hipoxia leve y transitoria asociada a confusión hasta distrés respiratorio agudo y coma.

En los casos clínicos reportados se describe, en pacientes sin evidencia de traumatismo encefálico, la aparición de compromiso de conciencia, taquipnea, taquicardia, hipotensión y rash petequial, principalmente subconjuntival y axilar.

Con respecto a las manifestaciones neurológicas, un artículo aparecido a raíz de una revisión de 13 casos ocurridos en España, señaló que el síntoma más frecuente fue compromiso de conciencia de distinto grado. Tres pacientes de aquel grupo presentaron signos focales, tales como hemiparesia y convulsiones parciales.

Dentro de los criterios diagnósticos elaborados para este síndrome, destaca el de Gurd, que se presenta a continuación:

TABLA Nº1
CRITERIOS DIAGNOSTICOS DE EMBOLIA GRASA

CRITERIOS MAYORES

Hipoxia (PaO2 <600 mmHg, FlO2>0,4)

Depresión del Sistema Nervioso Central

Rash Petequial

CRITERIOS MENORES

Frecuencia cardíaca > 120 latidos por minuto

Hiperpirexia (>39ºC)

Trombocitopenia (<150.000/ml)

Glóbulos grasos en orina o esputo

Embolía retinal

Disminución del HTO sin causa explicable.

Para establecer el diagnóstico clínico de SEG se requiere como mínimo: 1 signo mayor más 3 menores o 2 signos mayores más 2 menores.

 

NEUROIMAGENES

Con el advenimiento de la tomografía computada (TC) y la resonancia magnética nuclear (RMN), se ha logrado definir ciertos patrones característicos para el diagnóstico de un cuadro que previamente era netamente clínico.

En la etapa aguda (primeros días que siguen a la injuria), en TC, se observan punteados hiperdensos distribuidos en forma difusa en la sustancia blanca. Es frecuente además, la presencia de edema cerebral. En etapa subaguda, las lesiones inicialmente hiperdensas se tornan hipodensas. El edema cerebral cede a partir de la 1ª a 2ª semana. En la etapa crónica (aproximadamente 1 mes después del evento inicial) hay atrofia cerebral y aparece en forma gradual una efusión subdural.

La RNM, sin embargo, ha mostrado mayor eficacia en el diagnóstico de SEG cerebral. En periodo agudo muestra lesiones puntiformes, hipointensas, ampliamente esparcidas en T1; en T2, éstas aparecen como punteados hiperintensos y se distribuyen en la substancia gris y blanca de cerebro, cerebelo y en troncoencéfalo, no se refuerzan con el empleo de gadolinio. Los sitios principalmente afectados son cuerpo calloso, unión corticomedular y ganglios basales.

En un caso se reporta el uso de tomografía de emisión de positrones. Esta reveló en etapa aguda disminución de la perfusión tanto en ganglios basales, como en el hemisferio afectado, lo que se normalizó a los 2 meses.

 

MANEJO

El manejo de estos pacientes tiene como pilar fundamental el soporte vital, vale decir, ingreso a unidad de tratamiento intensivo para monitorización, apoyo hemodinámico y ventilatorio.

En cuanto a manejo específico, los distintos esquemas que se han intentado, incluyendo el uso de heparina, dextran de bajo peso molecular, albúmina y glucosa hipertónica más insulina, no han demostrado claramente ser beneficiosos.

En modelos animales se ha establecido que el uso de corticoides disminuye el daño pulmonar (no así el cerebral) inducido por infusión de ácidos grasos libres. Sin embargo, los estudios realizados en humanos han adolecido de fallas técnicas y metodológicas por lo que no permiten obtener conclusiones respecto a su correcta indicación. Esto sumado al incremento en el riesgo de infecciones que la terapia esteroidal conlleva, ha limitado su uso.

Con respecto al rol de la fijación precoz de las fracturas, la información al respecto es contradictoria. Clásicamente se le atribuyó un rol en la prevención del SEG. Sin embargo, algunos autores han modificado este concepto, señalando que el riesgo de distrés respiratorio, podría verse incrementado al realizar manipulación endomedular. Actualmente se acepta que la fijación antes de 24 horas no modifica en forma significativa el riesgo de embolía grasa.

 

PRONOSTICO

La mortalidad asociada al SEG, que en las décadas de 1960-1970 oscilaba entre 10-20%, ha disminuído a 5-10%, lo que se explica principalmente por el desarrollo de las unidades de cuidado intensivo.

 

CONCLUSIONES

En conclusión, el SEG continúa siendo un diagnóstico de exclusión basado en la sospecha clínica y el apoyo de imágenes, principalmente RNM.

Los síntomas pueden ser enmascarados por condiciones asociadas del paciente, hecho especialmente válido en pacientes politraumatizados.

No se ha demostrado una asociación específica entre tipo o ubicación de la fractura y el desarrollo de SEG.

Por último, el manejo activo de este cuadro, incluyendo soporte ventilatorio es el factor que se reconoce de mayor importancia en la sobrevida de los pacientes. La estabilización endomedular precoz de las fracturas de huesos largos es controvertida, no parece modificar el riesgo de aparición de SEG.

 

REFERENCIAS

  1. Bulger E. M., Smith D.G., Maier R.V., Jurkovich G.J. Fat embolism syndrome. A 10-year review. Arch Surg. 132:4, 435-9, 1997.
  2. Chrysikopoulos H., Maniatis V., Pappas J., Filalithis P., Gogali C., Sfyras D. Case report: post-traumatic cerebral fat embolism: CT and MR findings. Reports of two cases andreview of the lierature. Clin Radiol. 51:10, 728-32, 1996.
  3. Drew P.A. Cerebral fat embolism in the rabbit. J Neurol Sci. 134:1-2, 15-20, 1995.
  4. Etchells E.E., Wong D.T., Davidson G., Houston P.L. Chest. 104:3, 962-3, 1993.
  5. Johnson M.J., Lucas G.L. Fat embolism syndrome. Orthopedics. 19:1, 41-8; discussion 48-9, 1996.
  6. Saito A., Meguro K., Matsumura A., Komatsu Y., Oohashi N. Neurosurgery. 26:5, 882-4, discussion 884-5, 1990.
  7. Satoh H., Kurishu K., Ohtani M., Arita K., Okabayashi S., Nakahara T., Migita K., Iida K., Kukori K., Obahyashi N. Cerebral fat embolism studied by magnetic resonance imaging, transcranial doppler sonography, and single positron emission computed tomography: case report. J Trauma. 43:2, 345-8, 1997.
  8. Yoshida A., Okada Y., Nagata Y., Hanaguri K., Morio M. Assessment of cerebral fat embolism by magnetic resonance imaging in the acute stage. J Trauma. 40:3, 437-40, 1996