Se caracteriza por la presencia de
una población relativamente alta de células residentes,
ya sea propias como fibroblastos y adipocitos o migratorias como
macrófagos y células cebadas, separadas por la matriz
extracelular formada por fibras colágenas y elásticas,
laxamente dispuestas en una sustancia fundamental bastante fluída
(Figs. 1 y 2)
Las fibras colágenas que predominan están formadas
por microfibrillas de colágeno I asociadas a cantidades variables
de microfibrillas de colágeno III pero en menor cantidad.
Estas fibras colágenas le confieren resistencia a la tracción
(Fig.3).
Las fibras elásticas, aunque menos abundantes que las de
colágeno, cumplen un rol importante ya que le otorgan al
tejido la capacidad de retomar su organización original luego
de ser traccionado (Fig.4).
La sustancia fundamental, que ocupa los espacios entre las fibras,
tiene como principal componente a grandes moléculas de ácido
hialurónico, el cual estabiliza una importante cantidad de
agua, adoptando la estructura de un gel poco consistente, de modo
que existen innumerables espacios intermoleculares que sirven de
reservorio al líquido intersticial ("fluido tisular"). Este
fluído facilita la difusión del oxígeno y nutrientes
desde los capilares del conjuntivo hacia células de otros
tejidos (epitelios, cartíago o músculo) y de los productos
de desecho del metabolismo en sentido inverso. La capacidad de la
sustancia fundamental de acumular líquido es la base del
proceso llamado edema. (Fig. 5).
Debido a la variedad de células que lo habitan y a la capacidad
de acumular líquido proveniente del plasma sanguíneo,
el conjuntivo laxo juega un rol muy importante en la iniciación
del proceso de defensa orgánica a través de la generación
de las respuestas inflamatoria e inmune (Fig 6). |