Son células mononucleadas que
se caracterizan por su capacidad de fagocitar y degradar material
particulado (Fig. 1)
Se originan a partir de células de la médula ósea
que dan origen a los monocitos de la sangre los que luego migran
desde el lumen de los capilares sanguíneos al tejido conjuntivo
donde terminan su diferenciación.
Los macrófagos de los tejidos conjuntivos miden entre 10
y 30 um de diámetro y su estructura se modifica según
su estado de actividad (Figs. 2 y 3)
Su superficie presenta numerosas prolongaciones digitiformes, su
núcleo es indentado, y en su citoplasma presenta numerosas
vacuolas endocíticas, lisosomas primarios y fagolisosomas.
Tienen un retículo endoplásmico rugoso desarrollado
y su aparato de Golgi es prominente. Poseen, además, microtúbulos,
filamentos intermedios y microfilamentos de actina.
Los macrófagos activados tienen más prolongaciones
de membrana, un mayor número de vacuolas, lisosomas, fagosomas
y cuerpos residuales
Estas células se reconocen facilmente cuando cuando han
fagocitado partículas visibles al microscopio (Fig. 4 y 5)
En respuesta a ciertos procesos infecciosos los macrófagos
se pueden fusionar originando células de 20 más núcleos
llamadas células gigantes multinucleadas. Bajo estímulos
adecuados también modifican su aspecto rodeando materiales
extraños y formando las llamadas células epitelioides
de cuerpo extraño.
Entre sus funciones destacan:
- Su alta capacidad fagocítica les permite cumplir un rol
importante en la eliminación de microorganismos, tejidos
dañados y contaminantes particulados.
- Su capacidad de secretar diversos factores y su participación
en la respuesta inmune como células presentadoras de antígeno,
se discutirán en el capítulo de Linfático
y Defensa Inmune.
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